Mensaje en la botella

El otro lado de los presupuestos

Andan enfangadas estos días las administraciones en sus presupuestos para el año que viene, eso sí, con distintas realidades. Es el Gobierno central el que lo tiene más complicado, ya que necesita unos apoyos en el Congreso que todavía se están negociando, por lo que llegará el 1 de enero y seguirán prorrogadas las cuentas de este 2017, de infausto recuerdo para Córdoba por aquello de que somos los últimos de nuevo en inversiones. El panorama es muy distinto en la Junta de Andalucía, en el Ayuntamiento de la capital o en la Diputación, donde los proyectos contables ya están aprobado o a punto de hacerlo. En menos de una semana, tanto la Administración autonómica como Capitulares han cerrado en sendos plenos sus proyectos para el año que viene y, como suele habitual en estos casos, la alegría va por barrios. Mientras que los gobiernos sacan pecho, la oposición se lamenta. Lo habitual, para qué nos vamos a engañar.

En lo que sí hay coincidencia es en que todos los grupos políticos reconocen y admiten que los presupuestos de las administraciones son las iniciativas más importantes de cuantas se aprueban a lo largo del ejercicio, ya que marcan el camino de lo que será la gestión. Poco que añadir al respecto, porque al fin y al cabo son la guía del curso político y el origen de los acuerdo y desacuerdos entre los partidos en cada cámara de representación.

Otra cosa es que, pese a la importancia del asunto, el proyecto de presupuestos despierte un interés más o menos apasionado entre los ciudadanos. Y es aquí donde surgen muchas dudas y cierta indiferencia. Porque la cuestión no es sólo si el gasto que se aprueba cuenta con más o menos apoyos, sino el grado de cumplimiento que posteriormente se alcanza y que, en demasiadas ocasiones, genera desconfianza. No dudo de las buenas intenciones de cada gobierno, independientemente de su color político, pero lo realmente preocupante es la distancia que existe habitualmente entre lo que se dice y lo que se hace. Por poner sólo un ejemplo cercano, el Consejo Social del Ayuntamiento de Córdoba informó de lo que ha sido la gestión del equipo de gobierno en el año 2016, con la conclusión de que se había producido una "infraejecución presupuestaria", que se traduce en unos gastos reales en inversiones muy por debajo de lo que era el compromiso original. Un escenario similar se podría dibujar en el Gobierno central, en la Junta de Andalucía en las diputaciones. Y lo que es peor, no se trata de una incidencia puntual, sino de una realidad que se repite cada año y que parece que todos hemos asimilado. Se incumple casi por sistema y uno tiende a pensar que casi a sabiendas, todo ello con el afán de contentar al socio de turno y a la ciudadanía en general.

Puestos a pedir, y aunque el deseo no pueda quedar expuesto en ninguna memoria numérica, bien harían sus señorías en poner al mismo nivel de importancia el trámite de la aprobación de sus cuentas y el lucimiento que todos buscan en esos debates con lo que luego es la realidad de los que se ejecuta. Seguro que a ustedes les iría mejor. Y al resto de la sociedad, ni les cuento.

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