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Media mañana. Oigo, mientras tomo café, llamar a Juanma Moreno de todo menos bonito –incluidos los insultos más gruesos– porque en Sevilla, tras haberse tomado medidas drásticas, no diluvia. Hay opiniones opinables y no opinables. Siempre queda un margen para la decisión personal, hasta ante las de los médicos o los meteorólogos. Pero se va estrechando conforme se va pasando de las creencias, las ideologías o los gustos a la ciencia. Permítanme un rodeo para explicarlo.
Se puede creer en Dios o no. Y el creyente tiene un margen de libertad personal para adscribirse a esta o aquella corriente espiritual e incluso para seguir o no, con la salvedad de los Evangelios, el Credo y los dogmas, lo que en cada etapa de su historia la Iglesia proponga (ya escribió Chesterton que para entrar en una iglesia había que quitarse el sombrero, pero no la cabeza).
Se puede optar por la ideología que se crea más beneficiosa para la comunidad. Y el votante o militante tiene esa libertad crítica que evita las adhesiones inquebrantables del partidismo y el totalitarismo.
Se pueden seguir o no las recomendaciones de quienes están capacitados para indicar con autoridad –los que los franceses llaman maîtres à penser– lo que es necesario conocer. Y esto no solo no coarta, sino que estimula nuestra libertad de elección. De esto tratan en lo intelectual y lo ético tres libros que me permito recomendarles: Lecciones de los maestros de Steiner (Siruela), La virtud en la mirada. Ensayo sobre la admiración moral de Arteta (Pre-Textos) y Los hombres decisivos de Jaspers (Tecnos), en el que, por cierto, coincide con una afirmación de Steiner en su obra antes citada: “No es una hipérbole decir que Sócrates y Jesús están en el eje central de nuestra civilización” (y no sé qué se les enseña hoy a nuestros escolares sobre el primero y estoy seguro de que nada se les dice sobre el segundo en la educación pública). Pero, en lo que a la ciencia se refiere, estos márgenes de elección que se pueden permitir la creencia, la ideología y el gusto se estrechan. Por eso los políticos que le hacen caso, caso de Juanma Moreno, aciertan, aunque en algunas zonas las precipitaciones no alcancen la gravedad prevista y las precauciones parezcan exageradas (ojo: cuando escribo, 14.00 horas, Aemet avisa de riesgo importante en Andalucía Occidental), y los que la ignoran se equivocan con trágicas consecuencias.
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