Auna tarde de primavera de hace 15 años me gustaría ahora volver. A un día soleado en el que anduve de tertulia con el escritor Francisco Benítez, dramaturgo brillante y hombre bueno a lo machadiano que ayer se nos fue a los 73 años. El encuentro tuvo lugar en Ciro's, el famoso restaurante hace ya tiempo desaparecido de la calle Concepción. Acudí allí para tomarme un café con Paco y con su amigo el poeta Carlos Clementson, con los que tenía que hablar de no sé qué asunto, y al final se me echó junto a ellos la anochecida escuchándolos a ambos. Disfrutando del verbo memorioso y barroco de Carlos, que trufaba y trufa como nadie el cultismo con la anécdota humorística, y de la sabiduría humilde pero enciclopédica de Paco, que hizo aquella tarde, entre buchito de café y digresión tertuliana, un análisis apasionante del teatro de nuestro Siglo de Oro, que tanto le fascinaba. Con su jersey de cuello de pico y sus pantalones de pinzas un poco grandones, con esas gafas metálicas que le daban un aspecto ochentón y entrañable, Paco se hacía grande en la tertulia de cafetín, por entonces ya en desuso, y demostraba su amor por la literatura y en especial por la dramaturgia. Aunque más aún que ahí dejaba su talento Paco en su teatro, una dramaturgia que es una isla. Un lugar repleto de imaginación y amor en ese páramo que ha sido casi siempre en las últimas décadas la Córdoba teatral, hoy tan adormecida como siempre. Heredero en parte del también cordobés Miguel Romero Esteo, al que admiraba, Paco mezcla en su obra, en la que también hay poemarios y relatos, lo culto y lo popular, la vanguardia con lo castizo, para dejar una herencia que se carecteriza en sus mejores páginas por libertad creadora, la humanidad, el humor y la valentía. El éxito de su Farsa inmortal del Anís Machaquito, que se estrenó en Madrid en los 80, o el impulso que él le dio al teatro popular con obras como La vaquera de la Finojosa yEl halcón y la columnademuestran que estamos ante uno de los más entregados autores teatrales cordobeses de los últimos 50 años, merecedor por ello de que su obra, apenas representada en las últimas décadas, vuelva a los escenarios para que las nuevas generaciones puedan disfrutar como se debe de una dramaturgia tan nuestra como universal. Supongo que eso sería lo que más alegraría a Paco, un buen amigo de años claros al que ya comienzo a añorar. Un tipo entrañable con el que me gustaría regresar a Ciro's para volver a hablar y hablar y hablar sobre el teatro y sobre la literatura. Sobre esta tragicomedia que es vivirse para luego, cualquier día, morir.

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