Las instituciones

La victoria de Trump servirá para demostrar que no se pueden desobedecer las leyes por la cara

Justo cuando aparece un energúmeno como Donald Trump, que amenaza con encarcelar a sus adversarios políticos o que acusa a la prensa de promover las protestas en su contra, es cuando de repente aprendemos a valorar la solidez de las instituciones. Durante estos últimos años hemos oído toda clase de insultos contra las instituciones del Estado. La Policía era ineficiente y corrupta, los jueces eran corruptos, las leyes únicamente estaban al servicio de los poderosos (y por tanto eran leyes injustas que debíamos desobedecer) y la clase política era un conjunto de criminales y de ladrones. Todo eso se ha dicho y se ha gritado en la calle, y todo eso ha sido difundido por las redes sociales con miles y miles de adhesiones entusiastas. Y si las cosas eran así -y mucha gente lo creía-, lo más urgente era derribar el sistema y sustituirlo por otro que fuera radicalmente distinto. Sin dejar piedra sobre piedra.

Pero ahora descubrimos que son justamente esas leyes -y todos los contrapesos jurídicos y legales que ofrece el sistema- los únicos obstáculos que van a impedir que un matón que ha ganado unas elecciones por los pelos (para ser exactos, por menos de cien mil votos de diferencia) pueda imponer por ley sus caprichitos y sus manías y sus muy variados odios y rechazos: contra los homosexuales, contra los inmigrantes, contra los que no piensan como él y contra todos los que han expresado alguna crítica contra sus ideas. Es así de simple. Esas instituciones que supuestamente no nos servían -ni aquí ni en los Estados Unidos-, ese sistema desacreditado y podrido, va a ser la única garantía contra un hombre que ha hecho del odio y del miedo las herramientas esenciales de su política. Y si alguien le puede parar los pies, no serán los manifestantes ni los opositores, sino las leyes que se aprobaron en el Parlamento y los jueces que están obligados a obedecerlas y a hacerlas cumplir.

Quizá, después de todo, la victoria de Trump sirva para algo. De momento servirá para demostrar que no se puede ir por ahí desobedeciendo las leyes por la cara -como hacen los independentistas catalanes-, o bien cuestionándolas porque nos parecen injustas o no son de nuestro agrado. Pues no, porque esas leyes son las únicas que nos protegen contra los tipos como Trump. Es así de sencillo, aunque habrá gente a la que le cueste entenderlo.

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