Crónica Personal

El independentismo fracasado

La Diada no marca un antes y un después en los afanes independentistas, sino un problema sucesorio

Aragonès dijo ante el monumento a Casanova que los catalanes volverían a votar. Se supone que se refería a que volverán a votar un referéndum de independencia, aunque no fue tan explícito. Al homenaje a Rafael Casanova asistió la parte del Gobierno que pertenece a ERC, más la Mesa del Parlament; al acto organizado por Omnium Cultural, Aragonés y dirigentes de ERC; y los asistentes a la manifestación de la Asamblea Nacional Catalana, con el respaldo de Junts -sin Puigdemont- fueron muchos menos de los que presumían los independentistas. Todo un dato sobre el futuro del independentismo. A Junts y ERC sólo les une el Gobierno compartido.

Quedan atrás aquellas diadas con millón y medio de asistentes, los actos multitudinarios, la kale borroka catalana que arremetía con saña contra los que quería quitar los lazos amarillos de edificios que no querían saber nada de secesionismo. Esta Diada fallida entre otras razones por la profunda división de los independentistas, hace evidente el hartazgo de gran parte de los catalanes, incluidos muchos de los que hasta hace bien poco creían que España era el opresor de una Cataluña que malvivía porque era la región castigada.

Pues sería región castigada, pero hasta que el independentismo mostró su cara feroz era una de las comunidades más avanzadas, más vanguardista, más europeísta, con mayor riqueza y nivel cultural. Hoy es ejemplo de tristeza, falta de empuje y papanatismo. Es a lo que ha llevado el independentismo irredento. Con unos políticos que no pensaban en el bien de los catalanes, sino en sacar tajada de un Gobierno central necesitado de votos y que les concedía todo aquello que le exigían los catalanes. Que generalmente no eran decisiones que buscaban mejor nivel de vida, sino más alimento para los independentistas más radicales.

El independentismo va de capa caída, amarrado a un Pedro Sánchez al que apoya en sus iniciativas parlamentarias más polémicas porque sabe que es la fórmula más adecuada para seguir alimentando el autogobierno. Aunque ante cada avance en ese sentido, que lo hay -el último, abandonar la enseñanza del español en los colegios, o que el gobierne central acepte que no cumpla las sentencias de los tribunales-, los catalanes inteligentes, que son infinidad, han comprendido que el acoso de España a Cataluña es una falacia en todos los sentidos. Como lo es la propia Diada, fecha que no marca un antes y un después en los afanes independentistas, sino un problema sucesorio. Pueden los defensores de la estelada manipular los libros de texto, pero no cambiar la historia. El independentismo catalán solo encuentra oxígeno en Pedro Sánchez y algunas de sus decisiones.

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