El frío nos ha cogido otra vez a traición y los tirantes seguían copando nuestros armarios. Quien más y quien menos, lleva una semana pegando el tirón del jersey de las cajas de invierno del altillo y algún chalequito de esos que las ventanas abiertas por pandemia han convertido en la prenda estrella del trienio. La feria y nuestro mayo queda lejos pero los mantecados y el turrón están a la vuelta de la esquina, así que en Córdoba, ya huele a Málaga.

Un Cruz Conde que empieza a engalanarse y a disfrazarse del hermano pequeño de la calle Larios, nos deja sin bancos al sol pero con espíritu de pascuas. Los contactos con la Fundación Francesca Thyssen para exponer en el C3A parecen que van avanzando, así que no es Carmen pero que tendremos Thyssen también por aquí.

Imitar lo que funciona, mirar a otros, aprender de la experiencia y el recorrido de quienes han acertado en su apuesta de ciudad, es un proceso lógico, humano, sensato y acertado, pero no podemos estar permanentemente aspirando a ser otros. Reconocer que la Córdoba veraneante en la Costa del Sol puede valorar positivamente, o no, lo que ofrece la capital malagueña, no puede llevar a interpretar que los cordobeses, por muy bolicheros que algunos puedan ser, no ambicionan tener un proyecto propio.

No debe ser fácil gobernar y mantener la mirada a largo plazo, pero es lo mínimo que debemos esperar y exigir a quienes gestionan nuestra ciudad. Anhelar que se vaya, al menos, esbozando una planificación consecuente con la idiosincrasia de nuestra Córdoba, debería ser una responsabilidad y un objetivo para todos. Porque caer permanentemente en la querencia al espectáculo efímero, frente a la indolencia en la conservación y protección de la creación propia como las estupendas lámparas diseñadas por Juan Cuenca para la Corredera, son signos preocupantes de la tendencia municipal.

Está bien fijarse en quien lo hace bien. Está mal hacerlo para tapar las vergüenzas de una gestión roma. Córdoba merece dirigentes con proyecto, audaces y con voluntad de transformación real, pensada expresamente para Córdoba y romper con esa disfunción histórica.

Ya huele a Málaga, así que inhalemos mucho de Cosmpoética, que sí que está a la vuelta de la esquina y aspiremos a que nuestros políticos sean capaces de definir un modelo de ciudad, con un proyecto cultural propio, con una hoja de ruta que sea compatible y hecho a medida. Seamos rotundos y batallemos por evitar convertirnos en una mera franquicia, demos espacio y reivindiquemos a nuestros jóvenes creadores. Y que Córdoba huela a Córdoba.

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