Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

La historia de unos

Cuando se gobierna para todos se corre el riesgo de contentar solo a unos pocos

Yo no tengo a nadie tirado en una cuneta y tardé mucho en descubrir que Cañero, Cruz Conde o Vallellano eran personas que habían dado nombre a avenidas y calles de esta ciudad, que había una historia detrás de esos letreros de azulejos. Yo no dudo de la legalidad de volver a renombrar esas vías amputándoles algunos de sus miembros para tener contenta a la Ley de Memoria Histórica y también (más que a nadie) a los vecinos y al comercio. Yo entiendo que tener una calle con tu nombre debe ser algo importante, de la misma forma que soy capaz de comprender que el trabajo de historiadores debe ser respetable y respetado. También sé perfectamente que hay quien no se merece respeto, directamente, aunque queramos justificar con hechos posteriores las barbaridades que se hicieron con anterioridad.

Que los trabajos en las fosas no tienen nada que ver, desde una perspectiva completamente lineal, con el callejero lo tengo claro yo y lo tiene claro todo el mundo. Que es prioritario poner los esfuerzos para recuperar los restos y que sus familiares puedan darle una sepultura digna antes de morirse es algo en lo que todo el mundo debería estar de acuerdo, aunque haya quienes no lo estén porque solo quieren recurrir al pasado para soñar con los que tienen la culpa de que existan esas fosas.

Dejando claro todo esto, también siento que nos hacemos un flaco favor como ciudad recuperando apellidos de personas a las que, la mayoría, no pondrán historia en su cabeza. Que de aquí a unos años nadie va a saber quién es José Cruz Conde cuando pase por Cruz Conde o el conde de Vallellano cuando pase por Vallellano es un hecho, más allá de que pueda recurrir a una página web para descubrirlo.

El problema está en quienes nunca van a olvidar esos nombres, ni las historias, ni lo que hay detrás. Cuando se gobierna para todos se corre el riesgo de contentar solo a unos pocos, algo que es completamente normal. Pero no se puede, eso sí, gobernar a medias para tener medio contentos a unos y a otros porque al final puede ocurrir que no tengas contento a nadie. Revertir el cambio del callejero, con las maniobras que se estimen oportunas y amparadas por la ley que sea, es una medida que no puede tener más que una lectura. Da igual cómo lo quiera vender el alcalde o lo prioritario que le pueda resultar este asunto, volver a los nombres originales para que no se te quejen los vecinos y los empresarios que te votan es una pena.

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