DE algo podemos estar seguros ante la nueva huelga de hambre del etarra De Juana Chaos: esta vez no le va a servir de nada. Saldrá de la cárcel dentro de dos semanas y, una vez fuera, allá él con su dieta alimenticia. Como si se opera...

Es sencillamente siniestro que el multiasesino De Juana deje de comer para denunciar "la inaceptable campaña mediática y de intoxicación y presión" . Así llama el etarra al clamor social levantado al conocerse que va a vivir en el mismo barrio donde sobreviven varias familias víctimas del terrorismo y el consiguiente propósito de las autoridades de impedirlo, reformando la ley y embargándole el piso familiar para que no evada la parte de condena que le obliga a indemnizar a sus inmolados. Se trata de evitar que al menguado coste de sus crímenes en años de prisión no se añada la afrenta de que eluda sus responsabilidades pecuniarias mediante un ficticio desprendimiento de bienes, habitual en el mundo etarra en cuanto hay detenciones.

Pero volvamos a lo fundamental, que es el nuevo contexto. Si De Juana pudo lograr algunos de sus objetivos en la anterior huelga de hambre -enorme eco nacional e internacional y salida de la cárcel para ser ingresado en un hospital vasco- fue porque las fuerzas democráticas estaban divididas sobre la política antiterrorista. El Gobierno, empeñado en la negociación con ETA a toda costa, cometió el grave error de tener un gesto de compasión, cediendo ante las exigencias de quien no se arrepentía de nada, sino que exhibía con orgullo sus manos manchadas de sangre. La oposición, empeñada en negar al Gobierno el pan y la sal de una negociación también intentada en su día por Aznar y por González, vio en el fracasado proceso de paz la ocasión de oro para desgastar a Zapatero y entronizarle en el dudoso altar de la traición y la indignidad.

Nada de eso ocurre ahora. El nuevo ayuno de De Juana coincide con un pacto estratégico absolutamente nítido entre PSOE y PP acerca del único camino viable para acabar con la violencia: la derrota de ETA, y con acuerdos sin fisuras para revisar la legislación vigente a fin de evitar en el futuro que los terroristas vivan junto a sus víctimas cuando salgan a la calle, se retiren los rótulos de calles y plazas dedicadas a terroristas y se tape cualquier otra rendija que la realidad ofrezca, por inercia o dejadez, para la exaltación del terror y la tranquilidad o la desfachatez de quienes lo practican.

Es un tópico ya clásico que la división de los demócratas es el mejor aliado de los terroristas. Un tópico con muchísima verdad dentro. Ellos se alimentan de nuestra desunión. Cuando estamos firmemente unidos, como ahora, pasan hambre, y poco importa que se pongan en huelga de lo mismo.

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