Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

El gol del Alcoyano

EL Alcoyano ha marcado un gol al Barcelona. Que el Alcoyano haya marcado un gol al Barcelona justo en el inicio de contienda, justo el 2 de enero, día de furia, es un motivo erecto de columna, una vibración sentida y fresca. El gol ha sido de penalti, pero podía haber sido de falta directa o desde el centro del campo. El gol lo podía hasta haber marcado el portero, porque estamos hablando del Alcoyano, un equipo cuyo nombre, después de tantos años, ha terminado siendo más grande que el equipo en sí mismo. Pero el gol ha sido de penalti, y lo ha metido un hombre que responde al nombre de Perona, igual que las carteras de la infancia. Hubo un tiempo ochentero, inocente y creativo, en el que los niños llevaban carteras Perona. Las había hasta con combinación, como una caja fuerte, como si guardaran tesoros; pero lo cierto es que había cosas que esconder, porque ya entonces las manos eran más veloces que la vista y el lapicero, el estuche o una chapa de Superman/Christopher Reeve podía desvanecerse en un segundo. Pues el tipo del Alcoyano que ha marcado el gol al Barcelona se llama Perona, con lo que al dato melancólico del gol, enfermo de romanticismo, de moral y de ánimo, se añade la otra anécdota, que el lector podrá disfrutar.

Luego, cuando las carteras pasaron de moda, se acabó Perona y empezaron las mochilas vaqueras, muy en la línea Michael J. Fox, del mismo modo que el Alcoyano jugó una vez en Primera División, cuando el Barça aún no jugaba en el Camp Nou, para regresar después con la leyenda intacta todavía, porque es una leyenda de tipos aguerridos, muy heroicos, porque es leyenda heroica también esta del Alcoyano, la de los días de lluvia, la de la lucha intrépida, la de ese patadón mirando justamente a las estrellas. Ningún niño del mundo sueña con jugar, de mayor, en el Alcoyano, pero cualquier entrenador del mundo sueña con jugadores de moral que tengan la moral del Alcoyano. El niño, y sobre todo el padre del niño, lo que quiere es que acaba comprando un deportivo y una casa grande en las afueras. El niño, sobre todo cuando deja de ser niño, sueña con tener su propio modelo de botas de fútbol, y que al llegar una noche a una discoteca de moda abarrotada toda una legión de muchachas ardientes de afición esperen a que pase por la puerta. Ninguna de esas chicas esperará jamás a ningún jugador del Alcoyano, pero tampoco otro equipo ha conseguido reconvertir su historia de derrota en toda una epopeya emocional.

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