Ayuso lo reventó y el PSOE perdió, sobrepasado por Más Madrid, como dijimos. Vox contenido, como queríamos, e Iglesias fuera, de rebote. Ciudadanos k.o., lamentablemente. Esta vez no ganaron todos. En Madrid la consecuencia directa es obvia: gobierno sólido sin hipotecas infumables. La única posibilidad de que fracase es que se pegue un tiro en el pie en los próximos dos años. Si no, con ese colchón enorme, la continuidad del PP en 2023 es un escenario seguro. En el resto del país, las consecuencias no son extrapolables, pero no auguran nada bueno para el socialismo democrático. No, al menos, mientras que esté secuestrado.

Desde que Peter ganó las primarias socialistas con aquella impostura de somos la izquierda y la simplona retahíla del no es no, el PSOE es irreconocible. Censura, incomprensiblemente facilitada por Rajoy, victoria electoral después, vía plus que da el gobierno, y coalición insomne mediante, Sánchez es el dirigente socialista con más poder interno que se recuerde. No digo que no tenga críticos, que los tiene, digo que no tienen posibilidad alguna de frenar el disparate. Es lógico que la estructura del partido gobernante siga los planteamientos que defina Moncloa, pero no que solo tengan sentido si sirven para mantenerse y que se cataloguen como progresistas solo porque los enuncie Pedro Sánchez, con o sin el concurso de Iván Redondo. Son, evidentemente, políticas sanchistas u oportunistas, según el autor, pero no ideológicas. Las medidas progresistas hacen progresar a la mayoría. Es de primero de política. Si no, se percibe el engaño y eso cuesta.

Lo que ha perdido las elecciones en Madrid, y lo que puede perderlas en el resto de España, es una manera de hacer política consistente en tratarnos como gilipollas. La conducción de la crisis sanitaria y la económica consecuente (cuyo acaecimiento no es responsabilidad de Sánchez, que conste) no tapa la imprecisión errática permanente en que se instaló con la fabricación de la imagen de un presidente campeón ni de un mega-gobierno de 23 carteras, de las que sobran 20, que a cada número de BOE camufla el desastre -"aguanta, compatriota, que de esta salimos"-. Eso sí es su responsabilidad y no basta. Es insultante.

Es inconcebible, desde el mínimo respeto por la rendición de cuentas, que el gobierno haya mandado 2000 páginas de planificación a Bruselas y no haya explicado ni una, cuando muchas joden mucho. Las buenas noticias parecen no serlo y las malas se ocultan, no sé si con más torpeza que maldad. Es tremendo que, tras el fiasco, se la carguen Gabilondo, Franco, Leguina y Redondo, Nicolás, no el tal Iván. Tan tranquilos. O parafernalia de la euforia o silencio.

Tras ganar así, toca gobernar con tiento. Tras perder así, ojalá tocase libertad, que ahí cabe todo menos la imposición, en plan tocho. Pero solo es el fin de la cita, no del secuestro.

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