El ganador

Son viejos conocidos. En 2000, Moreno presidía las NN GG nacionales, Abascal las del País Vasco y Bendodo las de Málaga

En vísperas de las elecciones hay que reconocer que Moreno se ha dado un paseo tranquilo estos tres años y medio. Bendodo con palabritas finas se ha camelado a Juan Marín. Incluso hizo con el jefe de Ciudadanos un tierno tête-à-tête en el congreso popular de Granada. Lo ha cocido a fuego lento como a la rana de la fábula. Tanto cariño verdadero le ha gastado el malagueño al sanluqueño que en una referencia del Consejo de Gobierno Marín se refirió a él como "el vicepresidente".

Bendodo es gran vendedor. No sólo ha neutralizado el flanco centrista, sino que se ha entendido con la ultraderecha. Pactó en Madrid con el estado mayor de Vox el apoyo parlamentario a la coalición PP-Cs y lo ha prolongado hasta que en noviembre los ultranacionalistas rechazaron el presupuesto de 2022. Moreno, Bendodo y Abascal son viejos conocidos de Nuevas Generaciones, su cantera política y profesional. Por situarlos en el tiempo, en 2000 el actual inquilino de San Telmo era presidente nacional de Nuevas Generaciones, Abascal era presidente de NN GG en el País Vasco y Bendodo presidente de NN GG de Málaga.

El paseo tranquilo de Moreno ha estado facilitado por dos guerras civiles en la izquierda. La batalla entre susanistas y sanchistas ha durado siete años. Desde que la madrina de Pedro Sánchez en las primarias de 2014 se dio cuenta de que no le devolvería el favor, permitiendo su candidatura a la presidencia del Gobierno, hasta que hace un año Juan Espadas le ganó unas primarias. El enfrentamiento en la izquierda poscomunista ha llegado vivo a esta cita. La extrema izquierda se presenta con el uniforme andalucista y la cara de la anticapitalista Teresa Rodríguez, cuyo grupo ha hurtado el nombre Adelante Andalucía a Podemos e IU que lo crearon para las elecciones de 2018. El resto de formaciones a la izquierda del PSOE se han presentado juntas con dificultad; Podemos se sumó tarde y a disgusto.

Moreno sostiene que la izquierda para gobernar necesitaría un pacto Frankenstein de ocho fuerzas. Cuenta mal, sería un acuerdo de diez: PSOE, más los seis grupos de Por Andalucía, más los tres de AA. El jefe del PP ha blanqueado tanto su marca Juanma, sin apellidos, ni siglas, ni ideología, que su propaganda se centra ahora en explicar que votar Juanma es votar PP. Hay nervios en las filas del ganador. Miedo a quedarse corto y estar en manos de Olona. Aunque eso también forma parte de su márquetin: el rechazo a la falsa Carmen de Mérimée puede dirigir indecisos hacia el PP. En caso contrario, se activarán las relaciones entre los viejos camaradas de las nuevas generaciones.

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