UNA fundación sirve para fundar y una fundición para fundir. La primera crea y la segunda destruye. Una invierte y la otra gasta. Una hace y la otra deshace. Llamándose Córdoba 2016, no me cabe duda: es una fundición.

Todo lo que toca Córdoba 2016 mengua. El Palacio del Sur, aquel Palacio Verde, aquella mágica línea horizontal que aspiraba a dividir el horizonte frente a la Mezquita, proyectado hace más de siete años por un holandés genial y cansado, aún sin comenzar por falta de dinero, previsión y vergüenza, parece haberse reducido igual que cuando uno hace reforma en la salita para colocar dentro un dormitorio. No me atrevo a cuestionar la legalidad del proceso de mengua, aunque la falta de transparencia invite a pensar lo contrario. Pero convendrán conmigo en lo alegal y chapucero de un proceso administrativo en el que toma las riendas una comitiva municipal con la alcaldesa al frente, para entrevistarse con el ganador de un concurso público y cambiar las condiciones del proyecto original por falta de presupuesto. Yo eso lo he visto en casa de mi vecina cuando decidió hablar con el contratista para cambiar los azulejos del cuarto de baño.

El propio nacimiento de la fundición y el mecanismo de elección de la gerente son otros vodeviles propios de Lina Morgan. Primero anunciaron la candidatura de tres mujeres caídas del cielo como las Gracias de Rubens. Ni una más ni una menos. Lista cerrada. Absténganse hombres. No pongo en duda los méritos de las agraciadas. Pero el mecanismo de elección es infinitamente menos democrático que el de Gran hermano. Me recuerda a cuando los señoritos se paseaban por la plaza del pueblo para elegir a dedo a sus jornaleros. Yo conocí a una de ellas, Carlota Álvarez Basso, durante el curso de verano "El valor de la cultura en la sociedad de la información", organizado por los contertulios del programa "Abierto en Domingo" que dirigía entonces Marta Jiménez. A todos nos pareció una chica inteligente y formal. Quizá por ambos méritos no la elijan.

Una jornada de ese curso la dedicamos en exclusiva a Córdoba 2016. Preparamos una mesa redonda en la que participaron altos representantes de las ciudades españolas que habían sido capital europea de la cultura: Salamanca, Madrid y Santiago de Compostela. Recuerdo a Juan Barranco y, sobre todo a Julián Lanzarote (Alcalde de Salamanca), pedir a gritos la presencia de la alcaldesa. Aunque parezca increíble, la principal interesada en esa mesa fue la única que no estuvo. Todos coincidieron en la creación urgente de una Fundación. Cuatro años después hicimos todo lo contrario: una fundición.

De Córdoba 2016 quiero salvar a dos personas: Manuel Pérez y David Luque. Al primero, por la humildad y la eficacia de su trabajo desde una pequeña oficina y sin apenas presupuesto. Al segundo, por su coherencia al dimitir como patrono de la fundición una vez comprobada la falta de rigor y la improvisación del invento. A los dos les afecta esta máxima de mi admirado Ángel Ganivet: "Entre gente que se paga de palabras, desgraciado del que hace algo". Ellos fundar, los otros fundir.

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