A los alegres y enérgicos, mi guiño. A los observadores sosegados, mi respeto. A los quejicas insatisfechos, mis condolencias. A todos, mi consideración. En los discursos críticos, fundados o sin fundar, de todos los grupos, mi predisposición a escuchar e incluso a empatizar. Protestamos por lo que tuvimos y no tenemos, por lo que no tenemos y entendemos que nos merecemos y, emulamos al emoji con gesto desconfiado por lo que viene. Despellejamos a quienes, con poder de gestión, o no gestionan o no lo hacen como entendemos que deberían hacerlo. Al pasado porque pasó, al presente por lo inconsistente y al futuro por lo incierto. No nos hallamos.

Protestamos, pero no siempre estamos dispuestos a hacernos oír. Desde nuestro sillón, y entre los nuestros, vanagloriándonos de ser respetuosos cuando se nos cuela un disidente, quejas y críticas a unos y a otros. Y con el telón de fondo de ese lejano 10 de noviembre, analizamos lo que pasa o lo que no pasa, y lo que no debe pasar, lo que nos horroriza que pase y lo que tememos va a pasar.

Y en lo de aquí, cuando allá por el jueves, nos remangamos buscando la agenda para planificar el finde, no sabemos si coger de nuevo el cirio, enfundarnos las nike o colocarnos las gafas de pasta para afrontar esos días, entre poesía y conciertos indies. Que, entre procesiones, carreras o evento cultureta, no sabemos a qué acudir. Pero protestamos. Porque lo uno nos tiene embriagados de incienso, las féminas corriendo, nos cortan el tráfico para llegar al concierto, que resulta no sonar del todo óptimo por en el enclave de la plaza que resuena.

Y nos quejamos, y ahora el comentario tiene tono de indignación y sorpresa porque las fechas que son y la temperatura que tenemos, que ya hace días que pasó San Miguel y para el Pilar, de toda la vida hemos llevado un saquito. Pero resulta que lo del cambio climático es un invento perroflauta, que no huele a setas ni a tierra mojada, pero seguimos sin implicarnos en verde, con valoraciones frívolas a Greta y pandilla.

Se nos da bien lo de mostrarnos contrariados con tantas y tantas cuestiones, que pese a tener mucho que decir, nos quedamos en ello, en la crítica sin propuesta. Podríamos darle la vuelta y empezar a mirarlo de otra manera, dejar de protestar por el frío que no llega y el calor que no se va, porque nos estamos perdiendo el olor a jazmín. Disfrutemos aún de la Dama de Noche.

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