En positivo, con optimismo. Sí, que se noten los podcasts, las sesiones del coach, lo indagado sobre el refuerzo emocional; que hay que centrarse en lo bueno. Que estamos a tope de motivación, de las estimulantes frases de los azucarillos de los nuevos cafés en los bares, de las portadas de las agendas 2020 de mr. wonderful. Fuertes y positivos, que hay que evidenciar lo mucho que hemos aprendido de nosotros mismos, de valorar lo realmente importante y de disfrutar de los pequeños detalles. Ahora, tirando de mensaje positivo, de lo más positivo que puedo alcanzar a ver es el fin de curso que está ya en nuestras manos. Cierto es que nuestros niños y niñas seguirán más o menos, si no igual, que la semana pasada, pero sin nuestras peleas tecnológicas, eso sí; sin la batalla con Google Meet, Google Classroom, Zoom o la plataforma de turno -otro día les hablaré de Circuit- las discusiones por coles y tareas, niveles y nivelitos. Así andarán ellos, niños y niñas liberados sin fichas ni tareas. Intuyo el riesgo de volver a marzo y retomar la creatividad impuesta con las manualidades, las acuarelas, la plastilina y las témperas. Aunque por fechas, no podrá ser igual, puede que retomemos la artesanía, pero la manga corta y lo improrrogable del bikini, en el mejor de los casos, impondrá reducir la repostería. Preveo más papiroflexia y menos bizcochos.

En positivo, ellos se quedan sin videollamadas y nosotros sin fondos; sin los fondos que ellas nos han descubierto. Sin fondos, sin encuadres y decorados estudiados, sin enfoques previamente analizados. Paradójico, jamás pensamos que, en el momento de mayor encierro en nuestras casas, nos meteríamos más que nunca en las de los otros. Y así, entre lo provenzal, lo wengué y abrumados por el decapé, nos hemos ido comunicando desde casa, como pauta didáctica. Es cierto que la edad de nuestros pequeños ha sido determinante para el nivel de invasión. Familias enteras posando en el sofá, la tapicería expuesta al escrutinio del resto del mundo, el croché a vista de todos, con o sin gotelé, molduras y actitudes a ojos de familias desconocidas; del saludo seco en la puerta del cole, a meternos en las cocinas y dormitorios de desconocidos. Librerías cargadas de libros, intuimos, sin leer. Constatado, la ortografía en el grupo de whatsapp no concuerda con las dimensiones de las librerías del testero largo del salón. Curioso fin de curso este.

Para abordar lo de la conciliación en positivo, me faltan azucarillos, sesiones de coaching y terapia con mr. wonderful. La conciliación en versión optimista, otro día.

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