Tinta y borrones

El filtro burbuja

Las consecuencias del 'filtro burbuja' se dejan ver en todos los aspectos y preocupa en la política

El filtro burbuja es un título prestado del libro de Eli Parisier en el que cuenta con maestría cómo la tecnología, internet y las redes sociales influyen en el pensamiento individual hasta tal punto que no podemos estar seguro si realmente nuestra opinión es propia o está amañada por el señor Facebook. La tesis que desarrolla se basa en que las redes saben tanto de nosotros -por las búsquedas y acciones que realizamos a través de internet- que, para satisfacerte, solo muestra en tu muro o bandeja de entrada aquellos contenidos que sabe que te va a gustar, con los que te sientes cómodo o que coinciden con tus preferencias. Esto significa, al final, que la percepción de la realidad está delimitada por un filtro que sólo te muestra con lo que cree que vas a estar de acuerdo y te omite un punto de vista contrario, distinto, opuesto.

Es cierto que nuestra propia esencia nos hace establecer relaciones con aquellas personas con las que nos sentimos más cómodas, piensan de manera parecida y compartimos intereses. Pero esta tendencia llevada al extremo a través del altavoz que suponen las redes sociales sólo desemboca en un pensamiento único y, lo que es más grave, en la sensación errónea de creer que todo el mundo piensa igual que tú. Y en esas estamos, en un momento además en que importa menos si es verdad o mentira lo que te cuentan, siempre que venga a fortalecer tus convicciones.

Las consecuencias de esta burbuja al final se dejan sentir en todos los aspectos de la vida, pero preocupa especialmente en la política, donde la retroalimentación de lo propio deja poco espacio para ver que hay otras posturas que poco tienen que ver con las propias. Rodearte de gente que sólo piensa como tú y que siempre te va a dar la razón lleva a espectáculos como el del pasado Pleno con la declaración sobre Miguel Ángel Blanco, de la que se ha hablado mucho en este periódico y de la que se espera que alguien haya reaccionado porque, como dice Emilio Aumente, muchos no han estado a la altura de los ciudadanos, que demandan una actitud por encima de intereses partidistas y pensamientos intransigentes, por muy lícitos que sean unos y otros. Porque hay vida más allá de las directrices y estrategias políticas y nadie lleva la razón absoluta en ningún asunto. Menos mal que alguien sí ha pedido perdón.

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