¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Los 'femilistos'

Estamos maravillados ante la súbita proliferación de hombres feministas tras las muy exitosas manifestaciones del 8-M

Más que Sancho ante las aventuras y peroratas de su señor don Quijote, andamos nosotros maravillados ante la súbita proliferación de hombres feministas tras las muy exitosas manifestaciones del pasado 8-M. El fenómeno no es nuevo. Siempre existieron varones comprometidos explícitamente con la causa violeta -al igual que nunca faltaron burgueses comunistas-, pero éstos eran una absoluta minoría, casi una extravagancia, lo cual es todo un mérito. Sin embargo, ahora, los camisas nuevas del feminismo florecen por todas partes y, con el fervor del converso, están dispuestos a darle lecciones sobre la cuestión al primero que cometa la imprudencia de pasar por su vera. Creemos que fue Curzio Malaparte (¿o quizás fue Montanelli?) el que anotó en algún cuaderno que cuando Mussolini fue definitivamente derrotado, el Po bajaba negro por los uniformes fascistas que el heroico pueblo italiano había arrojado a sus aguas. No hay mejor bromuro para la especie sapiens que la derrota, ni mayor afrodisíaco que la victoria. Los cauces de los sufridos ríos ibéricos están hoy atorados por los antiguos ropajes de macho alfa de estos mujeristas de nuevo cuño.

Proliferan estos femilistos en los medios de comunicación españoles, aunque por ahora ninguno ha tenido el belle geste de compartir mesa, mantel y sueldo con sus compañeras que tuvieron en su día los periodistas de la BBC. Los que no fueron solidarios (ni con machos ni con hembras) cuando arreciaba el chaparrón de la crisis, difícilmente lo serán ahora por mucho que presuman de sus lecturas de Simone de Beauvoir. Puestos a hablar de brecha salarial entre los varones y las féminas (un problema cierto y escandaloso), muchos de los presentadores/as de los programas de televisión y radio que aprovecharon la huelga del 8-M para intentar mejorar el EGM podrían explicar también la obscena diferencia que existe entre sus sueldos de estrellas de las ondas y la de los curritos que hacen que sus inanes emisiones sean posibles.

Estos días hemos sentido cierto rubor al leer y escuchar numerosos ejercicios de autoinculpación varonil. También ante los artículos de opinadoras que amenazan con expulsar de la historia a cualquiera que no diga amén a los dictados del movimiento feminista. Una cosa aprendimos de nuestros maestros: cuando hay unanimidad, desconfía. Detrás de este repentino e inesperado fervor generalizado se esconden demasiados arrimados, los que siempre colocan sus velas en la posición correcta. Seguro que usted, amable lector, conoce a más de uno.

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