Cambio de sentido

De la felicidad

La felicidad no vive en burbujas. Que quien no es feliz con lo que tiene no lo será con lo que le falta

Va a volver a estar en lo cierto Santiago Alba Rico cuando dice que lo que nos está pasando parece increíble porque es totalmente real. Para colmo, luchamos contra algo invisible y por tanto espectral y de lo que tenemos conocimiento a través de pantallas, lo que acrecienta que nos sintamos en una distopía de ciencia ficción (con banda sonora del Dúo Dinámico, que impresiona más que la de Vangelis). Tenemos esta fuerte sensación de irrealidad, de "esto no nos puede estar pasando, y menos en Europa", porque la realidad en la que habitamos normalmente, en la que nos sentimos seguros y confortables, es un poco mentirijilla, o al menos tiene mucho de constructo y de escenográfico. Esta gran crisis nos aviva el seso y recuerda que vivimos a pelo, que el relente -como las procesiones- va por dentro, que no todo está en nuestra mano y que lo que realmente está en ella podemos, o bien hacerlo con sensatez y valor, o bien malograrlo lánguida y cobardemente. Esta verdad, tan dolorosa, no sé si nos hará más libres, pero a la larga tal vez sí más conscientes y felices.

Porque las no tan sólidas certezas pueden tambalearse, los expertos en no se sabe bien qué nos recomiendan en estos días de confinamiento hacer aeróbic, trabajar vestidos de oficina; nos proponen juegos, conciertos, recitales, series. Hay quienes se imponen horarios y rutinas propias de un gulag. Vaya a ser que el niño se aburra y entonces comience a inventar por sí mismo, vaya a ser que nos entre la angustia por las rendijas del horario, o que en un largo silencio nos preguntemos con los ojos, la una al otro -y todas sus posibles viceversas- lo que no nos decimos, lo que no nos hacemos. Sabemos en el fondo que el otium y el nohacer es el camino más corto para ponernos en cuestión, y eso da auténtico pánico, pero también -a la larga, otra vez- verdadera felicidad.

Con el paso de los días infelices, de ritmo lento y ruina encima, confirmamos: que la felicidad no habita en las burbujas. Que quien no es feliz con lo que tiene tampoco lo será con aquello que le falta. Al igual que la libertad es la ausencia de cadenas, quizá la felicidad no sea más -ni menos- que la ausencia de desdicha, un concepto negativo, luminoso, vacío. Vivirla así es cosa de valientes. Dice mi padre: "Si quieres conocer la felicidad, échate garbanzos dentro de los zapatos y corre dos kilómetros. Cuando te los quites experimentarás algo así como una dicha verdadera". Va a tener razón, el muy epicúreo. Cuídenseme.

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