Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

¿Dónde está el fallo?

Quién tiene la culpa de los malos datos que lleva cosechando Córdoba durante semanas en cuanto al covid-19? ¿Son los botellones? ¿Las fiestas en las parcelas? ¿Las reuniones familiares? ¿Es todo esto una cuestión de responsabilidad individual? ¿Somos nosotros, los que a veces anteponemos vivir, los que hemos fallado? ¿Los mismos que reconocemos que no somos perfectos? ¿Es esto una cuestión personal? Está claro que no dejamos de ser parte importante de que Córdoba esté como está, que a veces nos bajamos la mascarillas cuando no debemos, que nos echamos menos gel hidroalcohólico del que deberíamos, que no respetamos la distancia por unos cuatro centímetros.

Pero no, la culpa no es solo nuestra. Y el problema es que, a pesar de ello, somos nosotros los que pagamos las consecuencias. Nadie podrá demostrar que el Puente del Pilar fue uno de los desencadenantes de la nefasta situación que atraviesa ahora Córdoba capital. Y si nadie puede demostrarlo, nadie tiene por qué asumir las consecuencias. Pero los datos evidencian que la tasa de contagios en la ciudad ha ido aumentado, precisamente, desde esa fecha. Ahora, ya superamos la barrera casi invisible de los 500 contagios por cada 100.000 habitantes. Antes del puente, la tasa no llegaba ni a los 230.

Durante esos días y el siguiente fin de semana Córdoba acogió el Festival de los Patios, que recibió cerca de 200.000 visitas. La ciudad fue un reclamo para miles de personas y el Ayuntamiento escudó su celebración en termómetros y controladores. Los mismos termómetros y controladores que no había en el resto de la ciudad. Era una temeridad celebrar la fiesta y ahora se están viendo las consecuencias, a pesar de que aquí nadie vaya a dar un paso al frente para asumir que a lo mejor, en medio de una segunda ola con muchos más casos que en la primera, no era lo ideal poner el foco en Córdoba para que nos visitaran los que se quedaron con las ganas en mayo.

La gente enferma, la gente pierde parte de su sueldo, la gente no puede ver a sus abuelos y a sus abuelas, ni a sus padres, y la gente se está muriendo. No vamos a reflotar la economía llenando los bares dos días ni siendo pista de aterrizaje de excursionistas de bocadillo. Y sí, la hostelería está sufriendo esto muchísimo, pero nada, absolutamente nada, ni siquiera el todopoderoso turismo o el siempre autovictimizado sector hostelero están por encima de la salud. A lo mejor, si el alcalde metiera un poco la cabeza en las residencias que ahora mismo registran brotes, como la de Jesús Nazareno, por poner un ejemplo cercano, se daría cuenta del fallo que cometió. Hay quienes se están dejando la salud y la vida en el camino, la culpa no es solo nuestra.

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