El lanzador de cuchillos

La falla

Los barandas político-religiosos de los estados islámicos sueñan con una Europa musulmana

Cuando los atentados de París, que ahora se juzgan, un portavoz de los terroristas declaró: "Queremos conquistar Francia. Y después, Roma y Al Ándalus". Unos meses más tarde, en la revista Daqib, el líder del Daesh Al Adnani volvía a amenazar: "Tomaremos Roma, destrozaremos sus cruces, convertiremos en siervas a sus mujeres; si no lo logramos nosotros, lo harán nuestros descendientes". Que a nadie se le olvide: han pasado unos años, pero el islamismo sigue teniendo en el punto de mira a España (Andalucía en particular), Francia y la capital del catolicismo, que considera objetivos estratégicos de su expansión por Europa. Los barandas político-religiosos de los estados islámicos sueñan con una Europa musulmana, con una yihad global que repare la humillación de la derrota sufrida por la armada de Sulimán el Magnífico a las puertas de Viena en 1529. Si el Califa Al Baghdadi -muerto hace dos años en una operación militar de los Estados Unidos- estaba convencido de poder triunfar donde el sultán otomano fracasó era porque en la Europa del siglo XXI contaba con varios ases bajo la manga. Por un lado, la presencia cada vez mayor de poblaciones mahometanas: las previsiones del Pew Research Center apuntan a que en el año 2030 habitarán en Europa 30 millones de musulmanes, con nueve naciones (Francia, Rusia y Bélgica, entre ellas) donde constituirán más del 10 por ciento del censo. Es innecesario aclarar que se trata de comunidades en su mayor parte integradas y pacíficas, pero no conviene obviar la realidad creciente del integrismo, que puede llegar a convertirse en una peligrosa fuente de desestabilización de nuestro viejo (y cansado) continente. Los más de 4.000 occidentales que engrosaron las filas del ISIS y lucharon en Afganistán al lado de los talibanes suponen (ahora que el islamismo sociológico ha recuperado la moral) un indudable peligro para la seguridad colectiva de la UE porque componen la vanguardia de la sublevación yihadista que terminará brotando en el corazón de Europa. Se encontrarán el camino allanado por una sociedad genuflexa, en la que ha anidado la idea de que su relación con el Islam debe regirse por los principios del respeto y la convivencia, obviando que dichos principios se debilitan cuando no se sostienen sobre una defensa convincente de los propios valores. La falla de Valencia ha sido indultada por miedo y debilidad, pero como advirtió hace años Juan Manuel de Prada, nosotros "acabaremos de rodillas y abrasaditos, en un ejercicio de dontancredismo claudicante y suicida".

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