Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

La extrema izquierda en el Gobierno

A diferencia de los partidos socialistas, que se moderan en el poder, Podemos sigue en la lucha, en el bar de la Facultad

En la década de los sesenta del siglo pasado se afianzaron en toda Europa gobiernos socialistas y laboristas que, lejos de situarse en la órbita de la Unión Soviética, se hallaban comprometidos con el eje atlántico; esto es, con Estados Unidos. La socialdemocracia alemana, que no quería ser como colonizados hermanos del otro lado del Muro, ejercía de introductora de la doctrina, y así consiguió que la Revolución de los Claveles de Portugal alumbrase una democracia liberal y no otra Argelia, y que la Transición española anduviese por una senda similar, con el PSOE de la OTAN y el eurocomunismo del PCE. Esto creó una honda frustración entre los anticapitalistas puros, y de entre éstos surgió el nefasto sueño de la revolución por la lucha armada. Casi todas esas democracias se vieron amenazadas por grupos terroristas locales: la Facción del Ejército Rojo, el IRA, las Brigadas Rojas, el FRAP, el Grapo, ETA...

Esta es la justificación histórica de un hecho bastante habitual de aquellos tiempos: los partidos socialistas se moderaban cuando entraban en los gobiernos. Aunque en la oposición alardeaban de sus lazos emocionales con Cuba y soñaban con las nacionalizaciones de la banca y las eléctricas, en los gobiernos reformaban dentro de los marcos constitucionales del país.

La extrema izquierda siguió existiendo, a veces como pose romántica, otras como nacionalistas irredentos y otras como nostálgicos de unos tiempos que no vivieron, pero que enlazaron por el magisterio de sus padres. Es el caso de Pablo Iglesias, que se ha mostrado orgulloso en ocasiones de que su padre hubiera militado en el FRAP. No es una anécdota.

A diferencia de los socialdemócratas, Podemos no ha ido madurando en este Gobierno, sus ministros siguen actuando como en el bar de la Facultad y su balance de gestión es tan negativo que, a excepción de Yolanda Díaz, se acerca a la pereza. Pero lejos de llevarles a una reflexión, están huyendo hacia adelante. El pasado martes, Podemos intentó que ERC se sumase a ellos para echar atrás una ley del PSOE, su socio de Gobierno, en lo que es un claro ejemplo de conspiración, y el miércoles su portavoz parlamentario, Pablo Echenique, animaba a los violentos (antifascistas) a protestar por el ataque a la libertad de expresión que supone el encarcelamiento de un tipo tan miserable como Hasel. Un rapero que vertió líquido sobre un camarógrafo de TV3, que amenazó a un testigo inconveniente y que canta para que a Bono le claven un piolet, a Patxi López le estalle el coche bomba y al pepero le llegue el tiro a la nunca. Un hijo de la extrema izquierda.

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