El esperpento ha triunfado

Valle pronosticó que se acercaban épocas de políticos sin convicciones, sólo atentos a las jugadas más oportunistas

Si fuera posible distanciarnos -convirtiéndonos en simples espectadores- , podríamos disfrutar, sin dolor ni culpa, del singular escenario global que nos rodea. Si fuera posible, pues, no sentirse afectado y contemplar el mundo de la política con una sonrisa entre irónica y sarcástica, veríamos que la mirada esperpéntica de Valle-Inclán ha ganado la partida. Ya no sirve ni la comedia ni la tragedia para dar cuenta de lo que pasa: sólo valen los trazos gruesos de lo grotesco. ¿Cómo tomarse en serio a la mayor parte de esos personajes que pueblan cada día los titulares de nuestra prensa? Sin embargo, ellos ostentan el poder político que determina nuestras vidas.

En otros momentos del pasado también existieron políticos sin pudor que gobernaban los países con falsedades y engaños, pero siempre cabía la posibilidad de ilusionarse y pugnar por un cambio de actores, de guión o decorados. Ahora, cuando se abre el telón de un nuevo escenario, lo previsible, una y otra vez, es que sea un esperpento. Y tras unos minutos de asombro y perplejidad, desde el patio de butacas se percibe que los célebres espejos deformantes del callejón del Gato se han adueñado de la escena política por doquier. Valle-Inclán es el nuevo profeta y, además, sus caricaturas expresionistas son aplicables en todas las geografías. Basta leer sus farsas castizas y cortesanas para tener ya el mejor escrutinio, la réplica en guiñol, de cuánto pasa en Londres, en Estados Unidos, en Italia, en Hungría, en Polonia, en Rusia, en Cataluña o en Madrid. Una vez más, unas obras literarias -de los años veinte del pasado siglo- encierran las claves para entender la hora actual de este gran teatro del mundo. Valle pronosticó, con su peculiar estilo, que se acercaban épocas de políticos sin convicciones, sólo atentos a las jugadas más oportunistas. Que el poder estaría en manos de quienes sustituyeran las ideas por ocurrencias. Que iban a proliferar los encantadores de serpientes capaces de vender, confundidos, su aventurismo personal y el destino de un país. Asimismo, intuyó el autor de Luces de bohemia y Martes de Carnaval que los nacionalismos y las identidades se transformarían en las tapaderas más idóneas para esconder la corrupción y el más despiadado egoísmo. Valle fingió que escribía para la gente de su aldea, pero el paso del tiempo ha mostrado cuán global era la perspicacia de su crítica. Para sus ya centenarios esperpentos recurrió a los espejos deformantes, únicos capaces de reflejar este cansancio, desgaste y desencanto del mundo.

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