Hoja de ruta

Ignacio Martínez

El espejo irlandés

EL resultado del referéndum irlandés sobre Europa tiene una enseñanza útil para la realidad inmediata de Andalucía o España. Con las actuales normas de ratificación en la mano, la respuesta de una cuarta parte de los electores irlandeses, poco más de 800.000, es la que vale como opinión de los 500 millones de ciudadanos de la Unión Europea sobre el Tratado de Lisboa. Es un error. Se debería hacer una consulta conjunta y simultánea en todos los países sobre las reformas de los tratados. Y no debería existir el veto nacional a estas alturas.

Pero estamos lejos de eso. La nación europea es un sueño para algunos y una pesadilla para otros. El magnate de la prensa Rupert Murdoch, estadounidense nacido en Australia, aunque de origen británico, es un euroescéptico que ha empujado a sus potentes periódicos ingleses, el conservador The Times y el sensacionalista The Sun, contra del Tratado de Lisboa. Murdoch, amigo y patrón del ex presidente Aznar, apoyó sin fisuras la guerra de Iraq. El editor es franco y directo. Frente a los lerdos que aceptaron sin rechistar que había armas de destrucción masiva en Iraq, fue mucho más pragmático: su argumento supremo para ir a la guerra fue que el barril de petróleo se iba a poner en 20 dólares. ¡Y va camino de los 200!

Murdoch y otros radicales como él, en su campo de la derecha y en el extremo contrario, le han dicho a los votantes del jueves: "Irlandés este no es tu referéndum". Y los ciudadanos de la isla han repasado sus intereses y comprado el argumento. Es una lección para España. Los egoísmos nacionalistas no pueden decidir el futuro del conjunto del país. Los votos necesarios para que las minorías compongan gobiernos o saquen adelante las leyes salen muy caros al resto de los españoles.

Capítulo aparte merece la presión terrorista. A veces dan ganas de convocar a todos los ciudadanos españoles y franceses para celebrar una única consulta sobre el futuro de los siete territorios para los que ETA reclama la independencia. Aunque ya saben lo que cuentan que dijo una vez Felipe González a Xavier Arzallus: que un referéndum independentista, caso de celebrarse, se perdía en Euskadi y ¡podía ganar en España! Lo que supongo era una manera de mostrar el hartazgo nacional por la presión separatista y el irreparable daño a las víctimas.

Pero la lección irlandesa alcanza también a Andalucía. La escasa cohesión regional conseguida en más de un cuarto de siglo de autonomía tiene mucho que ver con la tentación localista de algunos políticos y con los egoísmos provinciales. Pero también está emparentada con una prensa local, excesivamente aficionada al victimismo. Andalucía no podrá progresar y consolidarse sin una buena red de ciudades, bien equipadas y comunicadas, que se especialicen y colaboren unas con otras. Es otra lección que nos ofrece el espejo irlandés.

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