¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

Las enseñanzas del Rey caído

Todos tenemos algo de Juan Carlos I, de eméritos en el reino de nuestro pasado, de proyectos torcidos

La semana pasada comenzó con la imagen del Rey liberador del 23-F y acabó con la del monarca trincón del corinnato. Escoja la que se amolde mejor a sus ideas políticas o, si tiene el valor de hacerlo, asista al increíble espectáculo del alma humana. Cada día que pasa, la historia de Juan Carlos I se vuelve más poliédrica y universal; casi parece escrita por algún profeta de Israel para ejemplificar las fuerzas que luchan en el interior de cada uno de nosotros. ¿Quién es el Rey Emérito, aquel joven monarca que tuvo la inteligencia y el valor de democratizar España o ese hombre seducido por el oro y los cuerpos? Si fuera un jesuita diría que todos nos hiciésemos la misma pregunta, que nos sometiésemos a un examen de conciencia para ver las telarañas de nuestros corazones. La mayoría de nosotros, menos los santos y los malvados, somos de alguna manera como Juan Carlos I, hombres y mujeres capaces de confraternizar con los demonios o los ángeles. Según el día.

La buena educación anglosajona (esa que Felipe VI, con razón, quiere para la princesa de Asturias) siempre intenta sacar lo mejor de cada alumno según sus virtudes y defectos. No busca la excelencia abstracta basada en un modelo establecido por un pedagogo de gabinete, sino que intenta modelar al pupilo aprovechando sus mejores materias primas. Sabe que de una mina de cobre no se puede sacar oro, pero también que de cobre y estaño está hecha la escultura ecuestre de Marco Aurelio. Al Rey Emérito y su entorno le faltó algo de esto, de saber cuáles eran sus fortalezas y debilidades -como se dice ahora- para potenciar las primeras y reprimir las segundas.

Ya es demasiado tarde para Juan Carlos I. Un Rey no puede dejarse chantajear por una tropa levantisca, pero tampoco puede hacerle trampas a la Hacienda de su reino. A sus defensores les queda el consuelo de recordar sus mejores años y de intentar mantener seco el último cartucho de los Borbones españoles, Felipe VI, el rey que paró la intentona estelada, algo que muchos no le perdonarán. El Emérito ya sólo puede suspirar como en el romancero: "si non vencí reyes moros,/ engendré quien los venciera" y recordar sus hazañas de juventud y lances de amor.

Todos tenemos algo de Juan Carlos I, de eméritos en el reino de nuestro pasado, de proyectos torcidos, de traidores de nuestra sombra. Pero también todos tenemos la obligación de levantarnos e intentar estar a la altura de nuestra mejor versión. Al menos, el viejo Rey caído nos deja esta enseñanza que, como suele pasar, no aprovecharemos.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios