La Rayuela
Lola Quero
De beatos y ‘non gratos’
Quizás
Si quieren ustedes ponerle tamaño a la importancia que el cine tiene en nuestras vidas, mejor que discutir sobre qué es más aburrido, si una entrega de sus interminables galas para premiarse a sí mismos o un partido de fútbol sin goles y un cuarto de hora de tiempo extra; hagan un simple ejercicio de memoria y piensen como serían, su vida, sus sentimientos, sus ideas, sus opiniones, si no hubieran visto una película jamás. Muchos aprendieron que el dolor o la alegría existen fruto de nuestro hacer, gracias a alguna aventura que desde que la vieron proyectada en una pantalla les hizo soñar por primera vez con ser inteligentes como los detectives que interpretaba Bogart; valientes como Harrison Ford en busca de tesoros, o piratas divertidos como Johnny Depp. Otros lloraron y rieron al mismo tiempo con Julia Roberts, Meg Ryan o Jack Lemmon. Muchos viajaron en carreta por praderas interminables y montañas inaccesibles en busca de una frontera que rompía alambradas y ampliaba sus espíritus. Otros lo hicieron por el espacio y por rincones del mundo y la historia que les eran desconocidos. Todas las Lara del mundo le deben algo al Doctor Zhivago y sólo el cine ha convertido al desierto en hermoso al contemplar a Peter O’Toole ataviado de blanco a lomos de un camello atacando Aqaba. Sí, nuestra vida hubiera sido mucho más aburrida sin tantas imágenes en movimiento como las que nos ha brindado el cine. Gracias al cine hemos estado acompañados, porque tanto él, como su hija la Televisión, tienen como principal tarea la de combatir nuestra soledad. Y casi siempre lo consiguen.
Ahora es época de Goyas, Oscars, Festivales (excelente el de Málaga, por cierto) y análisis de datos referidos a cómo va la industria que se dedica a su producción. De entre las plataformas que ahora lo mueven todo, sólo Netflix ofrece resultados económicos positivos y todos los demás pierden. La Fox desapareció; Disney ha despedido a más de 5.000 trabajadores; las cuotas de pantalla descienden al mismo tiempo que crecen los héroes de videojuego que ahora las ocupan. La IA amenaza a guionistas y ya no es necesario acudir a una sala porque todos tenemos una en nuestra casa que ofrece mejor calidad y catálogos inabarcables. Pero seguimos amando las buenas historias, y el viejo, destartalado y caótico cine seguirá estando entre nosotros, siempre y cuando cuente las mejores. Porque su enemigo no son las nuevas tecnologías, sino el aburrimiento.
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