Todas las miradas están puestas hoy en el Día Internacional de la Mujer, que a buen seguro será un éxito. Y lo será no porque asistan más o menos miles de personas, sino porque durante los últimos días se ha hablado de los problemas de desigualdad que arrastra la sociedad y, muy especialmente, las mujeres. Algo parecido -salvando las distancias- puede decirse de la educación en Andalucía. La huelga en el sector ha sido un éxito, independientemente de las cifras de participación manipuladas de unos y otros. Ha triunfado porque el motivo que llevó a este paro, que no es otro que el decreto de escolarización del gobierno de la Junta, ha sido objeto de debate y, por tanto, ha estado en la escena pública.

Habría que analizar con lupa si procedía, o no, una movilización de este calado en la enseñanza, si bien quienes han estado en el campo de la reivindicación en los últimos años -principalmente algunos sindicatos (no todos) y las asociaciones de familias y estudiantes- consideran que el decreto va en contra de lo que debe ser la gestión de lo público en una materia tan sensible. Cierto es que el texto es muy mejorable, que genera muchas dudas y que como casi todo lo que está ocurriendo en la Consejería de Javier Imbroda en el último año, es fruto de demasiada improvisación y de bisoñez, propia -dicho sea de paso- para un partido y un consejero que acaban de aterrizar en esto de administrar para todos.

Pero más allá de las razones de unos y de otros y del intento del Gobierno andaluz de decir que la huelga ha fracasado, cosa que evidentemente queda muy lejos de la realidad, lo que ha puesto de manifiesto esta movilización es el desparpajo con el que los partidos políticos andaluces opinan y se posicionan, con la única intención de sacar algún rédito electoral futuro. Como son ellos -todos las formaciones- los que voluntariamente han querido hablar, defender y criticar, tampoco está mal tirar de memoria y recordar lo que ha significado la educación en Andalucía y en Córdoba para quienes han estado sentados en el Parlamento.

El PSOE, grupo mayoritario en la Cámara andaluza y que ha gobernado durante casi cuatro décadas, ha apoyado sin fisuras la huelga. Pero claro, con la mochila que arrastra, oír ahora a sus dirigente defender la educación pública resulta poco creíble. Después del menosprecio a la enseñanza que ha demostrado, sobre todo en los últimos diez años, solo cabe pensar que o los socialistas se han arrepentido y admiten su nefasta gestión o han realizado un ejercicio de cinismo mayúsculo.

Al PP nunca le ha interesado la educación pública y mantiene su posición, hasta el punto de que han agradecido ceder a sus socios de Ciudadanos esta consejería. Ni les va ni les viene, pero la pública, claro. A los naranjas, esto le viene grande y su incapacidad es tal que tapa la buena voluntad que puedan tener. En cuanto a IU, ahora diluida en Adelante Andalucía, ya sabemos en esta ciudad que la educación tampoco es una prioridad (ahí está el estado de los colegios, por ejemplo). Y de Vox, mejor ni hablemos. Con este panorama, lo mejor será que todos dejen de jugar con la educación y no nos falten más el respeto. Por una vez, sean educados.

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