En el tejado

F.J. Cantador

fcantador@eldiadecordoba.com

Aquel e-mail de enero de 2009

Hay momentos en la vida que se te quedan grabados sin saber por qué. Uno de esos momentos en mi caso ocurrió hace diez años, concretamente a principios de 2009, cuando recibimos en el periódico un correo electrónico con el que una familia pedía ayuda desde Sevilla para encontrar a su hija desaparecida. Recuerdo abrir la foto que adjuntaron y fijar los ojos en esa imagen de una niña de 17 años que desde entonces he visto -al igual que ustedes- cientos de veces, a la par que le comenté a un compañero que la historia me daba mala espina y que ojalá a esa chica no le hubiera ocurrido nada. Esa familia era la familia Del Castillo-Casanueva y la joven se llamaba Marta. Por desgracia, días más tarde toda España supo que la habían asesinado.

De aquello hace ya diez años, diez años en los que su asesino, encubridores e implicados en su desaparición se han reído y se siguen riendo de la Justicia y, lo peor de todo, se han reído y se siguen riendo de una familia a la que además le han torpedeado el corazón con mentiras sobre dónde está Marta. Es difícil entender cómo la Policía, en pleno siglo XXI, y la Justicia han fracasado estrepitosamente en este caso.

He dicho en varias ocasiones que admiro profundamente cómo Antonio y Eva, los padres de Marta, y cómo su abuelo José Antonio han afrontado todos estos años de cara a la opinión pública el infierno que han vivido y que siguen viviendo. Esa manera tan digna de afrontar lo inafrontable lo vuelven a demostrar en un documental que emitió el pasado martes Televisión Española en su programa Documentos TV, un documental titulado Marta, la niña de Sevilla, que recomiendo encarecidamente ver -se puede hacer a través de la Televisión a la carta en la web de RTVE-.

El periodista responsable del documental, Jenaro Castro, ha logrado lo que deseaba con el mismo, "aportar una perspectiva nueva de Marta del Castillo desde la óptica humana de su familia y seres más cercanos. El trato con los padres, el abuelo y las amistades de Marta fue conmovedor, de modo que intentamos ser fieles a su dolor infinito y a la búsqueda interminable de este caso sin final". Jenaro Castro ha hecho un buen trabajo, un buen trabajo que, además de un homenaje a Marta, es también un homenaje a una familia que pide lo que es justo en un mundo injusto, justicia para su hija y nieta y al menos tener un lugar donde llorarle. Sería lamentable que en unos años quien se autoconfesó asesino de Marta sea puesto en libertad -por desgracia, sin que se le aplique la prisión permanente revisable- y que la familia Del Castillo-Casanueva continúe sin ver cumplida esa necesidad de saber dónde están los restos de Marta, una familia que, insisto, nos ha enseñado a todos, con esa dignidad con la que han afrontado el dolor, a ser un poco más humanos.

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