EL amanercer del día del Sorteo de Navidad huele a aguardiente. Es la única, o de las pocas, jornadas del año en que el aroma del anis impregna domicilios, comercios e, incluso, los lugares de trabajo. Es el símbolo que une a quienes esperan que la suerte les señale con su dedo o que, al menos, puedan desearse salud y una feliz Navidad. Este día de hoy, aparte del recuerdo de ser el primer día de las vacaciones, es también el que recupera un léxico que se repite hasta la saciedad por la radio y la televisión. Alambre, tabla, pedrea, extracción, reintegro y, sobre todo, tolva son palabras que sólo se oyen con tal densidad en un día como el de hoy. La música de fondo -el canto de los números y de los premios- es el hilo conductor de un deseo colectivo, cuyos protagonistas -los niños de San Ildefonso- ya no se llaman Alberto ni Teresa, sino Nelson o Gladys. Son los efectos de la multiculturalidad. Sin duda.

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