EN TRÁNSITO

Eduardo Jordá

El desorden del mundo

EL lenguaje es una traducción muy pobre de ese enigma incesante que llamamos realidad. Ni siquiera el lenguaje de la Biblia o el de Shakespeare o el de Tolstoi -tres de las cimas del lenguaje humano- puede expresar la complejidad de un mundo en el que suceden a la vez millones de cosas, cosas visibles e invisibles, cosas que todo el mundo puede ver y cosas que nadie, ni siquiera la persona que las experimenta, está en condiciones de ver o incluso de sentir. Pero a pesar de todo esto, el lenguaje humano es un prodigio intelectual mucho más importante que el descubrimiento del fuego o la fórmula de la velocidad de la luz. Lo que hace Google rastreando la red en un segundo, lo han hecho los seres humanos durante siglos hasta descubrir un signo gráfico tan simple como una "a". Y lo mismo puede decirse de una frase tan trivial como "el avión vuela hacia Madrid", o del milagro que constituyen los tiempos verbales que sirven para designar lo que aún no ha sucedido o lo que sólo puede existir de forma conjetural. ¿Hay un portento equiparable al pretérito pluscuamperfecto de subjuntivo?

El lenguaje es el único instrumento que tenemos para pensar, y aunque es concebible pensar sólo con imágenes -algo a lo que en cierta forma aspiraban los surrealistas-, o pensar sólo por medio de símbolos matemáticos, como hacen los científicos cuando traspasan ciertos límites de su investigación, esos símbolos requieren de un lenguaje articulado para ser comunicados y comprendidos. Sin lenguaje no hay pensamiento, y al revés, sin pensamiento no hay lenguaje. Por eso deberíamos ser más cuidadosos con el lenguaje, porque maltratarlo significa destruir los fundamentos de la razón humana. Repito que una simple "a" es un logro mucho más portentoso que la tecnología de un iPod. Por desgracia, no parecemos muy conscientes de ello.

Hay quien dice que los textos de los SMS son divertidos y económicos, pero si uno piensa en los SMS que se envían a algunos programas televisivos la conclusión más lógica sería atribuirlos a un ser con la capacidad intelectiva de un orangután. Y ahí no termina todo. Los errores sintácticos abundan entre escolares, entre profesores y entre personas que deberían tener un conocimiento mucho mejor del idioma. Muchas noticias se redactan con una sintaxis infantil: "El incendio, se produjo al mediodía, de ayer, según fuentes consultadas". Frases así pueden leerse cada día, sin que casi nadie repare en el monstruoso desorden racional que esas frases reflejan. O quizá es que hemos llegado a una fase de la civilización en que la inteligencia humana ha empezado a ser un estorbo. Y el lenguaje -que es la mayor creación de la inteligencia humana- también ha empezado a estorbarnos.

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