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Rafael / Ruiz

En defensa de los jeringos

EL muy pérfido Ayuntamiento de Córdoba está realizando una ordenanza sobre la regulación de los quioscos de la calle, esos artilugios de chapa con personas humanas dentro, donde igual se compra el periódico, los chuches (gracias, Mariano) o un petardo navideño. Agárrense que vienen curvas. El artículo uno, párrafo cinco, del texto de próxima aprobación dice que como los puestos callejeros que se dedican a la elaboración "de churros o masas fritas" requieren de unas condiciones sanitarias especiales y, además, es una actividad "potencialmente molesta" para el vecindario, no se darán nuevas licencias de este tipo una vez la ordenanza esté en vigor. Los quioscos de jeringos o tejeringos, según el Diccionario, que funcionen en la actualidad tendrán que cerrar una vez que la concesión que tienen vigente llegue a su caducidad. Entiendan ustedes mi absoluta desolación. Qué escándalo, qué dislate.

Desconozco el primo de qué concejal vive en Campo Santo de los Mártires o el amigo de quién tiene un negocio cerca de la plaza de toros y le molesta el humo del jeringar dominguero pero, en fin, queridos amigos del Partido Popular, hay cosas con las que no se juega ni en broma. Decretar la muerte de estos pequeños negocios y hacerlo tan a la chita callando (sin una mala comisión de expertos), no sólo es cargarse el modo de vida de algunas de estas familias, que son verdaderas instituciones en algunos de nuestros barrios, sino ir contra la muy cordobesa tradición, que ya parece fin de raza, de acercarle el jeringo calentito a la parienta y a los niños junto a la telera y el periódico del domingo. Implica también el fin del oasis acogedor del noctámbulo, el tentempié del repartidor, el calor del que tiene frío, la grasa aceitosa del michelín del que tiende a obeso.

Si el quiosco de la churrería molesta, se le busca un sitio donde no lo haga. Si hay vecinos perjudicados, que se encuentren soluciones, que las hay y para eso pagamos tanto funcionario, tanto concejal y tanta puñeta. Pero prohibir el jeringo callejero es como acabar con el chiringuito, imponer el gin tonic en copa de balón con enebro, flores y trozos de fruta, generalizar la cerveza sin alcohol o hacer de cada taberna un gastrobar con tapas de autor. Una pijería pasteurizada y replicante propia de gente que va al gimnasio. El declive definitivo, en suma, de la civilización occidental. El horror, el horror.

Actualización: Por medio de un mensaje en la red social Twitter, el teniente de alcalde de Presidencia, Miguel Ángel Torrico (PP), ha anunciado esta misma tarde que el texto de la futura ordenanza sobre quioscos de la ciudad de Córdoba retirará cualquier alusión a los puestos de jeringos tal y como aparece en el documento remitido el lunes a los grupos políticos del Pleno. El anteproyecto se aprobará mañana, miércoles, en el Consejo Rector de la Gerencia Municipal de Urbanismo sin que tenga ninguna incidencia en la viabilidad futura de estos negocios tradicionales de la capital.

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