Si esto nos pillase covid free, estrenando rebequita de Domingo de Ramos o camino del chiringuito, quizá hasta daría juego. Con un espeto y una caña, con los primeros helados, puede que la vorágine política de las últimas semanas, tal vez, y sólo tal vez, la percibiésemos de otra manera. Pero teniendo lo que tenemos, sintiendo lo que sentimos y estando como estamos, los asuntos, las reacciones y la dinámica de la clase política en estos tiempos, nos tiene incrédulos y perplejos por la falta absoluta de decoro.

Mociones y reenganches, cambios de cargos por asegurar sillas y sueldos. Vender como renuncia lo que es garantizar poltrona. Esa capacidad por encima de la media para olvidar las barbaridades proferidas; Cal viva y manchas de sangre, que hasta eso oímos en el hemiciclo y, sin embargo, no parece ser obstáculo para pinzas futuras. Que la ideología dejó de tener cabida, que ahora va de fichajes -cual futbolistas- que olvídese usted de militar o afiliarse, de incorporarse a un proyecto para mejorar la vida de los demás, que esto va de ganar y blindar sueldos. Desde luego, no va de decoro.

Y sin mirar a desiertos remotos ni montañas lejanas, con el ojo puesto en el perímetro marcado, constatamos que hay quien acusa al de enfrente de crear el gobierno más grande de la democracia mientras aquí hay más concejales que ministros y se siguen creando delegaciones superfluas con las que ejecutar el alquiler del político transeúnte. Poco decoro, nulo respeto por el dinero de todos y el todo vale. Estrenamos delegación de Casco Histórico, que convive con Urbanismo, Promoción y Turismo. Que habrá que preguntarse dónde está el foco, si en el Casco o en el sueldo de alguien. Desde luego, no en el decoro.

Y mientras el sector de la cultura sale a la calle para reivindicar en Las Tendillas la seguridad de eventos y espectáculos al grito de "¡La cultura nos da vida!", no podemos olvidar que en nuestra ciudad y sin haber alcanzado el ecuador del mandato, ya ha habido tres concejales del Casco y tres de Cultura. De concejales vamos bien, de proyecto e interés sobre ambas cosas, no parece tan claro. De decoro, mal.

Ahora que el reencuentro con la pandilla de la playa se pospone necesariamente, nos reunimos por videollamada y vemos que el guapo de Ciudadanos está menos guapo, que la podemita ya no tiene rastas y mira perlas, que el socialista de siempre está más mustio que nunca y el pepero de celeste sigue afanado por virar. Decoro venido a menos, políticos venidos arriba, no a más.

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