El problema de Garzón no es el valor añadido del turismo, la calidad de la carne o la igualdad de género de los juguetes, sino que se ha quedado sin sitio en el cartel de la izquierda. A los 36 años se ensombrece su meteórica carrera, lanzada por el 15M. Está contestado en su organización, donde los clásicos del PCE lo tachan de podemita; es irrelevante en el juego de tronos de la galaxia Podemos, e incluso ha decepcionado a partidarios de la fusión por absorción que acordó con Pablo Iglesias en el pacto de los botellines.

Ayer en estas páginas José Aguilar afirmaba que se pasó con armas y bagajes al rampante populismo de Podemos por un plato de lentejas, que se convirtió en bogavante con el ministerio. Ahí anda el hombre, con la ansiedad de que su cuerpo de director general no acaba de rellenar el traje de ministro, llamando la atención con vídeos y declaraciones, sin jugar papel alguno en el futuro de la izquierda, en cuyo eje están Díaz, Colau, Oltra, Errejón o el secretario del PCE Enrique Santiago.

La cuestión no es si el ministro dice la verdad sobre asuntos que trata con frivolidad adolescente, sino que como miembro del Gobierno tiene que solucionar los fallos del sistema de Consumo con mejores leyes y más inspección. Sus profesores de Económicas de Málaga lo recuerdan así; alumno sin pena ni gloria, pero gran activista. Como líder del grupo de Estudiantes por una Economía Crítica denunciaba que las compañías eléctricas españolas "estaban de nuevo colonizando América para extraer otra vez su riqueza" y propugnaba que el pueblo se conectase a la red sin pagar o se las expropiara. Los viejos de IU creen que no le gusta lo institucional: Cayo Lara le encargó una vez defender sus enmiendas a los Presupuestos y sin decirle nada se fue a presentar un libro y delegó la misión en un tercero.

Llegar sin experiencia con 30 años a la cúspide de una organización con tanta solera quizá no haya ayudado a madurar al joven que de estudiante no se interesó tanto por aprender ciencia económica, sino en procesar un anticapitalismo casero que negaba el mercado. Ahora al ministro se le notan las carencias académicas. Podía haber aprendido en la facultad que el turismo tiene un coeficiente de valor añadido mayor que la industria, porque consume menos energía y menos materias primas. Y que plantear una huelga de juguetes es un pasatiempo infantil. O que se puede proteger la agricultura ecológica y la ganadería extensiva sin hacer cruzadas contra la carne.

Como esas jóvenes promesas de Hollywood que sólo tienen éxito en una película y después de varios fracasos desaparecen del mapa, el coordinador federal de IU vive su peor momento. Anguita sostenía que los políticos debían pensar mucho y no hablar demasiado. Pero él llegó a la jefatura de IU con 48 años, después de haber ejercido su profesión de maestro, ser alcalde de Córdoba casi dos mandatos, y liderar IU en Andalucía. La verdad es que no hay punto de comparación.

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