Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

Si me das a elegir

Cuidar el turismo es ofrecerle una ciudad en la que querría vivir

No cabe ningún tipo de duda: hay que cuidar al turismo. Hay que tratarlo bien, hacer que se sienta en casa, tenerle la ciudad limpita para cuando se dé sus paseos. Nadie duda del beneficio que para Córdoba tienen esos mochileros o esos británicos con pasta que se pasean los empedrados de la Judería así llueva, truene o el sol pegue con su fuerza estival. Pero siempre hay un pero. Tenemos una ciudad preciosa que mostrar al mundo, lo que no significa que nos tengamos que vender a las exigencias de un sector que, hay que decirlo alto y claro, no crea el mejor empleo de calidad.

Tenemos que cuidar al turismo y eso no significa únicamente sublevarnos a los intereses de los empresarios y los visitantes. Cuidar el turismo también es mandar inspecciones de trabajo a los bares de la Ribera y del Casco Histórico o preguntar por las condiciones laborales de las camareras de piso. Cuidar el turismo es ofrecerle una ciudad en la que querría vivir, un Casco Histórico que le llame la atención por el trajín de vecinas haciendo la compra o de vecinos limpiando sus portales. Cuidar el turismo no es llenar fachadas de mandiles de flamenca, calcetines con macetas de los patios o supuestos tés regeneradores del cabello tipiquísimos de Córdoba.

Y si no hay dinero para todo, habrá que priorizar. Porque es una auténtica lástima pasear estos días por la Judería y sentir que estás haciéndolo por una ciudad fantasma. Porque allí no se está viviendo, más allá de esos recodos de esperanza que mantienen unos pocos combativos vecinos que llevan años exigiendo que todo esto no se convierta en un escenario de cartón-piedra que haga las delicias de los turistas deseosos, únicamente, de comerse un flamenquín y pillar el AVE para Sevilla.

Seguro que las campañas nacionales e internacionales de promoción son estupendas, pero no se pueden vender las bondades patrimoniales y culturales de una ciudad mientras se hipoteca la vida de su barrio más señero. Sí, hay que cuidar al turismo, pero sin duda también hacen falta cuidados en la puerta de nuestra casa. Si ahora no hay dinero, habrá que priorizar. Si me das a elegir, prefiero a esas vecinas hablando de balcón a balcón en una calle estrecha donde casi se dan a la mano a un turista que tiene un bocadillo en el bolsillo mientras se pide un salmorejo.

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