La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Se le da mejor presumir de salvados

Ayer Sánchez pedía unión, lo que en su lenguaje quiere decir asentimiento, sometimiento, yo o el caos

Hemos perdido la vida de más de 27.000 compatriotas, pero hemos salvado la vida de 450.000 personas". Al presidente y a su Gobierno se les da mucho mejor presumir de salvados que contar fallecidos. Luce más: ¿qué son 27.000 víctimas frente a 450.000 salvados? Las vidas españolas que dice haber salvado equivalen a la totalidad de los fallecidos en todo el mundo. Un poquito exagerado, ¿no?

Tras casi dos semanas sin actualizar los datos, y obstinándose en no seguir los criterios de la OMS, Simón dijo que habían fallecido 28.315 personas, 1.179 más que las hasta entonces reconocidas. El problema es que según los tres indicadores más fiables del índice de defunciones son más de 43.000. Debería indignar que Simón diga que "todos sabemos que hay un exceso de fallecidos algo mayor, pero de esos no hay confirmación de que haya sido por coronavirus. Muchos lo habrán sido, otros no". ¿Algo mayor 13.000 muertos? ¿Ha habido una guerra o se ha producido una catástrofe y no nos hemos enterado? Y debería indignar que diga que "nos quedan 13.000 fallecidos ahí, pero no podemos ubicarlos ahora". Imagino la reacción si el Gobierno fuera del PP. O si un epidemiólogo, como ayer Pedro Alonso en El País, dijera: "En España se ignoraron principios clave en salud pública… Los países estaban informados sobre el riesgo y lo esperable era que contaran con los medios y estructuras para lo que se avecinaba… Decir que algo ha ocurrido en muchos sitios no es un buen argumento para defender una gestión. Y no es cierto que la situación sea igual en todos los países, como demuestran los indicadores de impacto de la epidemia".

No pasará nada. El Gobierno practica una política de desgaste basada en insistir con convicción en la mentira. El manual de resistencia, ya saben. Tener éxito esta política de enrocarse en la trola requiere dos condiciones: la descalificación de la oposición como mal absoluto (extrema derecha, fascistas, golpistas, plutócratas sin alma, enemigos de la igualdad, homófobos, machistas) que por contraste convierte en bien todo lo que no sea ella; y la adhesión de una minoría ideologizada con capacidad de influencia y de una mayoría en parte ovejuna y en parte cautiva. No habrá responsabilidades. Ayer Sánchez pedía unión, lo que en su lenguaje quiere decir asentimiento, sometimiento, contigo hasta la muerte, yo o el caos, yo o la extrema derecha.

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