Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

El cura y la moto

Tras cuatro horas de debate queda la actitud curil de Iglesias y la alocada carrera de Rivera no se sabe adónde

Si en España no existiera la prohibición absurda, infantiloide y anacrónica de publicar encuestas en la última semana de campaña electoral, hoy sabríamos si las casi cuatro horas de debate por televisión que varios millones de españoles tuvieron la santa paciencia de tragarse a altas horas de la noche el lunes y el martes sirvieron para algo. No lo tengo yo muy claro. Más por el nivel de los que participaron que por la propia fórmula. En muchas democracias los debates son la única campaña electoral que de verdad cuenta y por algo será. Aquí transcurren entre el aburrimiento y el espectáculo histriónico. También por algo será.

Como a estas alturas del jueves ya debe estar todo dicho, yo me quiero quedar con las dos imágenes que más me llamaron la atención y que nos sitúan en los niveles por los que discurre la política española, que dentro de unos días pasará en las urnas una de sus pruebas más decisivas de las últimas décadas. La primera es la de Albert Rivera subido a una moto a toda velocidad derrapando peligrosamente en las curvas y con apariencia de no saber dónde quiere frenar. La segunda es la de Pablo Iglesias transfigurado de azote revolucionario a una especie de curita progre como los que proliferaban en los lejanos años de la Transición en algunas barriadas obreras o en los escasos colegios modernos de la época. Será que los aires serranos de Galapagar -maravilloso entorno cerca de El Escorial y del Valle de los Caídos- o la paternidad pasados los cuarenta, que hace ver el mundo de otra forma, le han moderado las actitudes y le han madurado la expresión. Lo cierto es que Pablo Iglesias sabe que si Dios le viene a ver el domingo estará en un Gobierno del que no será presidente aunque influirá todo lo que pueda en áreas estratégicas. Si se las dejan, claro.

Más incomprensible es la alocada carrera que ha emprendido Rivera. Al que le tocaría teóricamente ser el puente por lo que debería pasar cualquier fórmula de estabilidad en el futuro más inmediato, tanto a su izquierda como a su derecha, se empeña en demostrar todo lo contrario: rompe cualquier posibilidad de colaboración futura con los socialistas y se dedica a darle patadas en las espinillas a Pablo Casado intentado pasarlo por la derecha y colocarse cerca de Vox. Quizás sabía que no tenía mucho que perder, dado los resultados de las últimas encuestas. Pero la velocidad no siempre es el método más rápido para llegar a los sitios. Si no lo sabe, ya se enterará.

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