El cuarto poder

Gracias a este renacer, el horizonte de nuestra libertad parece que, de aquí a unos meses, puede despejarse

Cuando menos en Estados Unidos, el viejo cuarto poder, tantas veces dado por muerto, renace. Lo reclama una opinión pública que, aunque también adormecida, se ha reavivado, y, como consecuencia, la prensa ha respondido, renovando la ilusión de que no todo estaba perdido. En el mismo país en el que se ha incubado el monstruo, esa parte de la población, liberal, culta y demócrata, que asiste escandalizada a los desafueros de Trump, recurre al único medio que puede garantizarles que ese error -y horror- de la naturaleza política puede ser neutralizado. Comprar y leer los periódicos agredidos desde de la Casa Blanca, se ha convertido en la mejor forma de conjurar los peligrosos vaivenes de su presidente. Y gracias a esta actitud solidaria con el papel impreso, The New York Times, Washington Post y The New Yorker, han incrementado de forma muy notable su difusión. Este aumento de la tirada -comentaba, en una entrevista, hace pocos días, el director de la primera cabecera citada- ha permitido al diario contratar sesenta nuevos periodistas. Casi todos ellos van a orientar sus pasos a ese periodismo de investigación tan característico de la buena prensa estadounidense, y cuyo más sonado fruto provocó el merecido descalabro del presidente Nixon. Caída que, sin la minuciosa y audaz dedicación emprendida por dos periodistas, difícilmente hubiera sido posible.

En estos mismos días, el director de The New Yorker, también aludía al gran despliegue de investigadores dispuestos por su semanario para adentrarse tras las turbias huellas de Trump; pero al mismo tiempo, pedía paciencia a los lectores, porque un trabajo del tipo que ha convertido su periódico en la referencia más creíble del mundo, exige a sus equipos entre cuatro y seis meses de labor antes de pasar sus escritos a la fase de publicación. Pues, no se trata sólo de la tarea de indagar, también está la doble y dura labor de comprobación y contraste. Y, sobre todo, superar el posterior filtro que impone el periódico, con unos editores dedicados, en exclusiva, a leer con lupa para que todo lo escrito esté argumentado y justificado. A lo que debe añadirse, además, unas formas expresivas acordes con el órgano que acuñó el estilo de lo que ha venido a conocerse como nuevo periodismo. Pero, gracias a este renacer del cuarto poder, y al esfuerzo de este nuevo centenar de hombres buenos, indagando y escribiendo, el horizonte de nuestra libertad parece que, de aquí a unos meses, puede despejarse. Así que el ejemplo debe cundir, hay que comprar prensa y difundirla: lo necesitamos.

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