El lanzador de cuchillos

De cruces y hostias

El mundo se vuelve del revés cuando elevamos al comunismo a los altares y arrojamos la cruz al vertedero

En aquel tiempo dijo Jesús a los apóstoles: "Por mi causa seréis llevados ante gobernadores y reyes, para que deis testimonio ante ellos y ante los gentiles. Y seréis odiados de todos por causa de mi nombre". El evangelista Mateo, transcriptor de la exhortación del Nazareno, pudo comprobarlo en carne propia cuando un sicario del monarca etíope Hitarco lo apuñaló por la espalda mientras celebraba una misa dominical. Por cierto, que el tal Hitarco intentó quemar después la capilla de las vírgenes, lo que demuestra que el fanatismo anticatólico bebe de fuentes remotas (arderéis como en el 36 d.C.).

A Sor Rosario, una monja delas Esclavas de la Inmaculada Niña, no le clavaron un puñal en la espalda, pero le partieron -literalmente- la cara por su condición de religiosa. De religiosa católica, para ser exactos. Los hechos ocurrieron hace algún tiempo en la periferia de una ciudad andaluza de cuyo nombre me da vergüenza acordarme, porque es la mía, cuando acababa de dejar en el colegio a un grupo de niños necesitados con los que trabaja su comunidad. El agresor, un individuo joven, después de golpearla inopinadamente y destrozarle la nariz, le explicó -todo un detalle- el motivo de la agresión: "Esto, por monja". Y luego huyó como una hiena del infierno o una rata de dos patas, que diría Paquita la del Barrio.

Ni el alcalde de entonces -socialista, por más señas- que, horas antes, había acudido raudo a hacerse la foto con un grupo de musulmanes concentrados en una céntrica plaza de la ciudad, ni los concejales de su partido, tuvieron a bien ponerse en contacto con la atribulada hermana Rosario -una mujer que lleva toda la vida entregada calladamente a la formación de los que menos tienen- para mostrarle su solidaridad. Por supuesto, la subvencionadísima peña feminista tampoco dijo esta boca es mía. Siempre he sido algo ingenuo, pero hace tiempo que entendí que el feminismo sólo defiende la dignidad de las mujeres laicas y de izquierdas: a una individua que ingresa voluntariamente en una congregación de esclavas ya le pueden ir dando. Así que menos gritos, Rosarito, que el tuyo, además, es un colectivo familiarizado con las hostias.

La cristianofobia es un clásico del progrerío trasnochè, incapaz de soportar que El Bicho de Nazareth lleve 2000 años marcando goles. La consigna es clara: que no pase el hombre ni el mensaje. No soy muy religioso, pero el mundo se vuelve del revés cuando elevamos al comunismo a los altares y arrojamos la cruz al vertedero.

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