La vida vista

Félix Ruiz / Cardador /

La criatura

EL Rey seguro que suspiró ayer aliviado cuando Pedro Sánchez, con ese estilo suyo de Ken injertado en Robocop, aceptó el reto de afrontar la investidura. Andaba el monarca cada vez más examinado y bajo los peligros de una indeterminación jurídica nacida de que nunca se planteó la posibilidad de que los candidatos renunciasen al proceso tal como hizo Rajoy, así que por eso supongo que respiró. Ahora Felipe VI se aparta y el asunto recae en el líder socialista. Pero si nebuloso era hasta ahora el asunto igual de nebuloso se mantiene. Porque Sánchez se encuentra con que Ciudadanos y Podemos están dispuestos a negociar con él, pero ambos grupos excluyéndose. O sea, que ni Rivera le dará la presidencia al PSOE si éste camina de la mano con Podemos ni Iglesias se la dará si por medio anda C's. Si ambos persisten en tal actitud pocas son las opciones que le quedan a Sánchez, al que, en cualquier caso, se le ve muy decidido a buscar un pacto con Podemos y los nacionalistas visto que un gobierno socialista en minoría, su ideal, no tendrá respaldos. La clave por tanto sigue donde estaba: en el PSOE. Allí tendrán que decidir sus bases si están de acuerdo con Sánchez en recorrer el camino junto a los que desean periclitar el sistema democrático salido de la Transición o si prefieren no entrar en ese peligroso pacto que dejaría a Sánchez en la historia española y a los socialistas en el ventisquero y al borde de la fractura. Las presiones sobre el presidenciable auguro que serán terribles, pero al diputado se le nota en la mirada el ardor monclovita que embarga al hombre político cuando olisquea que anda a las puertas. González seguro que sabe de eso, y no menos Aznar cuando reflexione en catalán en su intimidad sobre estas cosas. Pero yendo a lo esencial lo que se ve es que nada cambió ayer y que la ilusión de los que sueñan con ver al PP mordiendo el polvo de la oposición y los temores de los que tienen pesadillas con la dupla Sánchez-Iglesias son sólo aprensiones a día de hoy. Lo único cierto y sólido es que este melodrama, en su segunda temporada, comienza a volverse cansino y sus protagonistas se acartonan. La retranca de Rajoy aburre, la apostura kennedyana de Sánchez hace aguas, la ironía de Iglesias exaspera y el afán de hombre de Estado de Rivera no parece cuajar. Nazca la criatura que nazca será pues grisácea, inasible y de salud precaria. Debería quedar pues prohibida sine die la candidez y los pensamientos positivos de una estabilidad que, por desgracia, todavía nos queda remotísima.

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