Tribuna

Alejandro Ibañez Castro

Dos cochinillos y un microondas

¡GLORIA! Dios en las alturas y, recogidas las toneladas de cáscaras de pipas hasta el año que viene, damos por concluida la Semana de Pasión. Comienza el éxodo de todos aquellos familiares y amigos que se vieron con la necesidad de visitarnos durante unos días, justo ahora, que nosotros también teníamos unos días libres. Pero qué le vamos a hacer, si son la familia, a la que casi nunca tenemos tiempo de devolver la visita, vaya casualidad.

Pero estamos muy contentos porque ya hace un tiempo que hemos evolucionado, a mejor parece. Incluso salimos en la tele, al menos en las estadísticas. Intentaremos explicarnos a lo largo de estas líneas. Veamos. Hace unos años éramos los del pueblo y que por poco listos, menos evolucionados, o poco aventureros nos habíamos quedado aquí, en el Sur. Trabajábamos por tres duros (ni un mísero euro) y teníamos de todo decían: calor hasta el hastío y frío para curarnos, como jamones. Pero ese era el Sur decían, pasado Despeñaperros era otro mundo y es que además de la siesta teníamos la matanza. Éramos dignos de lástima y había que querernos porque sí, sin muchas razones objetivas. Esta opinión llevaría a pensar que, como niños, no podríamos subsistir si no éramos debidamente subvencionados. Éramos una Andalucía en blanco y negro y lo malo es que así nos siguen viendo algunas aves agoreras.

Pero no. Ahora somos un producto, de colores, que está de moda y somos objeto de deseo, el llamado lujo de lo auténtico, y nos siguen viniendo a visitar pero ya de otra actitud, ya no son "agotaorzas", aquellos que no se iban hasta que no acababan con las reservas de la matanza y un poco más. Ahora las morcillas se las siguen llevando, pero envasadas al vacío, para que duren un poco más. Tampoco son "tejeros", porque con su llegada obligaban a todo el mundo a tirar colchones en el suelo y ya nos apañábamos. Ahora son nuestros invitados y se nos viene a ver en tren de alta velocidad o por autovía, ahí es nada. Y aunque hoteleros y demás familia digan que la temporada ha ido mal, que si llovió, que si hizo sol, que si una ligera brisa, el caso es que, un año más, se quejan de que no han ganado todo lo que habían pensado. La excusa más curiosa a su falta de imaginación en el negocio ha sido que este año la Semana Santa se ha adelantado. ¡Como si hubiera sido una granizada de pedrisco!

Bueno, que nuestros visitantes actuales, aunque nos ven algo más civilizados siguen viniendo en busca de lo rural que nos queda, un montón por cierto. Es divertido verlos y como la abuelita esa del anuncio que se ríe del descubridor de su autentica fabada de lata, también aquí sabemos divertirnos un poco a costa de nuestros descubridores. Los otros días pudimos ver como uno de estos descubridores de lo auténtico sudaba como nunca tras ingerir una enorme cazuela de callos, bien picantes por cierto, y cuando los goterones de sudor le bajaban por detrás de las orejillas un amigo le colocó dos "chorreras" de los jamones. El muy simple quedó debidamente fotografiado por numerosos móviles de los lugareños. Luego, para arreglarlo, e integrarse en el paisanaje, aparecieron con dos cochinillos enteros y pretendían que se los arreglaran para el microondas.

Y viene a cuento referir que el otro día estuve con mi amigo Alfonso, el dice que es leonés pero lo cierto es que cada día es más cordobita, pese a lo viajado que está, en un lugar de culto de nuestra ciudad, el milagro de Manuel Jiménez Montoro y su Taberna Salinas. Esto sí que es un producto turístico de alto lujo, donde te reciben como si de toda la vida te conocieran y no te sirven, te miman, sólo tienes que decirle que te den un paseito gastronómico por nuestra Córdoba de alma. Yo recomiendo pasar por lo menos dos veces por el mismo sitio, unas naranjas "picas" con aceite y bacalao.

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