La ciudad vacía

Es este brillo de las ciudades, viejo ya de tres siglos, el que engrandecerá aun más la Sevilla cristiana de Fernando III

Tal día como hoy, día de san Clemente, pero de 1248, se alzó el pabellón cristiano sobre el alcázar de Sevilla, después de que el almirante Bonifaz hubiera impedido los últimos socorros a la ciudad, asediada por el rey Fernando III desde "quince meses y tres días" atrás, según señala Ortíz de Zúñiga en sus Anales de Sevilla. También en este mismo día clementino, pero de 1221, ha nacido en Toledo otro de los intervinientes en aquel asedio, hijo del rey santo, y que traerá una hora mayor a las letras españolas, tanto en gallego como en castellano, Alfonso X el Sabio. No es, sin embargo, hasta el 23 de diciembre cuando el rey entre por la puerta de Goles, dando tiempo a que sus antiguos habitantes, que la habían tenido, según Alonso de Morgado, en tan "prolixa y barbara captividad de quinientos y treynta y quatro años", abandonaran su hogar camino de la Berbería.

El rey santo entra por la puerta de Goles un mes después, como luego haría, muchos años más tarde, Felipe II, tras pasar revista a la flota, mientras que el césar Carlos, para llegar a tiempo de sus bodas con doña Isabel de Portugal, hizo su entrada por la puerta de la Macarena, y de ahí siguió, calle Real adelante, hasta la Alhóndiga y el Alcázar. No deja de impresionar, en cualquier caso (don Claudio Sánchez Albornoz enfatizaba, si no recuerdo mal, este hecho) esa Sevilla vacía durante un mes, sin más violencia que la mayúscula de abandonar el solar amado, sobrevenido ciudad fantasma, hasta que sus nuevos dueños y moradores tomen posesión de ella el 23 de diciembre. Pirenne, en su estupendo Las ciudades de la Edad Media, recuerda que no es hasta el año mil cuando comienzan a florecer las urbes europeas, y ello gracias a la recuperación del comercio Mediterráneo, en pugna con la media luna. Es este brillo de las ciudades, viejo ya de tres siglos, el que engrandecerá aun más la Sevilla cristiana de Fernando III, la futura Nova Roma, con un añadido de importancia. Para llegar a esa romanidad moderna, Europa ha recibido, a través de la Escuela de traductores de Toledo, auspiciada por Alfonso X, un sustancial legado de la antigüedad pagana. Legado que llega, en no poca medida, por vía del árabe y el hebreo, y que fundamenta el temprano Renacimiento que, un siglo después, esplende ya en Petrarca.

De aquella ciudad vacía, cuya magnificencia el rey Sabio destaca en su Crónica, saldría, como sabemos, un nervio capital del mundo moderno. De ahí partirá el Buscón, junto con la Grajales, a mudar de suerte y de lugar, pero no de vida y de costumbres.

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