Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

En la cima y la sima, basura

Hace años, Fernando Savater generó una peculiar controversia cuando comparó a los alpinistas con los drogadictos, porque sus respectivas aficiones podían costarles la vida con considerable probabilidad y porque sus rehabilitaciones y criminalidad -caso de los yonquis- o los carísimos y arriesgados rescates -caso de los trepadores- comprometían personal y económicamente al resto de las personas: venía a afirmar que se debería legalizar el consumo de drogas igual que era legal el alpinismo. Eran todavía tiempos de otro tipo de montañeros, que iban en parejas o en pequeños grupos, y salvo en las épocas estivales en las que casi todo destino y actividad se convierte en un gazpacho informe y desnaturalizado, su escalada era solitaria. La promesa de sobrecogedora belleza y pureza, junto al reto, hacía comprensible al profano tales empeño y riesgo. En sus tumbas de Auckland y Darjeeling, Edmund Hillary y Tenzing, el sherpa que lo acompañó en la primera ascensión del hombre al Everest -sin extra de oxígeno-, deben suspirar con casi más alivio que rabia por el lamentable espectáculo turístico que aglomera a tanta gente en la escalada a las cumbres del Himalaya como una puerta de entrada a un concierto de Alejandro Sanz.

Se habla, como no puede ser menos por la dimensión de un asunto que compromete la vida diaria de las personas, de la turismofobia que acarrean las patologías turísticas, y los partidarios de la industria del bajo coste y el "todos a todos lados" -sin que esos destinos sean ya ellos mismos- no paran de esgrimir que una final de fútbol o un festival de 48 horas de desfase dan no sé cuántos millones a la ciudad… cuando la inmensa mayoría de los habitantes estables no ven un chavo, y sí bastante incordio. Pero lo del Everest da turismolástima, más que turismofobia. Es lastimoso asistir a tamaña perversión del deporte de la montaña. También causa perplejidad: ¿qué buscan esas riadas de borregos -con franqueza, lo son- enfundados en Gore-Tex? Buscan las cien fotos, el selfie inicial y final y poder darle la brasa a los allegados con el "yo estuve allí" que simboliza el narcisismo globalizado y digital. O palmarla tontamente.

Ayer murieron varios turistas más en esa procesión del absurdo y el chute de oxígeno subiendo a la mítica cima, cada vez más llena de basura humana. Como también estaba lleno de basura el fondo del mar de la Fosa de las Marianas, el lugar más profundo donde ha llegado el hombre; también esta semana, en un submarino de un millonario llamado Víctor Vescovo. Mierda desde la cima a la sima.

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