PASAN los días y duele ver empapelado el escaparate de Anaquel. Duque de Hornachuelos es una calle más triste aún desde que echó el cierre este comercio que en los últimos años había enriquecido el concepto de librería de toda la vida. Porque una librería no es una tienda donde se venden libros, no. Es el lugar donde un amigo te atiende, te aconseja y te orienta por el siempre apasionante mundo de la lectura. Una librería es donde se encuentra siempre algo más allá de los títulos de moda, donde están los libros de hoy y de ayer, porque el fondo editorial es el pulmón -y el corazón- de una buena librería. Y Anaquel lo era. Con el cerebro repartido entre Paco Liso y Paco Baena, este establecimiento ha generado, además, una actividad cultural encomiable sin subvenciones oficiales, algo que tiene un mérito tremendo en los tiempos que corren.

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