Los resultados electorales han derrumbado a Ciudadanos. Lo más importante de las elecciones, tras la fragmentación inédita que presenta el Congreso, puede parecer el anunciado pacto PSOE-Unidas Podemos. Desde luego, la posible formación de un Gobierno de coalición, que sería el primero en nuestra ya no tan joven democracia recuperada, es una novedad relevante, tanto por cuestiones formales como materiales, si es que lo logran con el concurso de medio mundo. Por otro lado, el incremento de los votos de la extrema derecha, o del nacional-populismo, como se está rebautizando ahora, es tremendamente relevante y el fortalecimiento del nacionalismo abiertamente independentista en los territorios donde compite muestra que no solo gana allí, sino que lamina prácticamente a las opciones constitucionalistas. Pero, con todo, los resultados electorales han derrumbado a Ciudadanos.

Las culpas son de los dirigentes, pero también de los dirigidos, porque consienten estupideces varias, desviaciones grotescas y, sobre todo, caen en el pecado ingenuo de la megalomanía: la obsesión por ser más albertista que el propio Albert, como antes otros pelotilleros de la política en otros sitios suicidaron a otros reyes desnudos Las discrepancias leales se traducen como disidencia y se separan convenientemente. O se aburren y se marchan. Para variar, con un discurso que le honra, el principal responsable de esa apuesta equivocada se ha diferenciado de los penosos liderazgos con que compitió y ha asumido en primera persona, y sin espacio para la duda, la responsabilidad política del fracaso, borrándose. Esperanza.

El acercamiento gradual a la derecha convencional española y la peligrosa convivencia con la derecha radical han lastrado a Ciudadanos. Hasta decir basta. Pero eso ya deben saberlo. Lo han ensuciado y se ha visto. El problema es cómo lavarse. Porque la cuestión es que el país debe tener un espacio limpio de moderación, pragmatismo y regeneración democrática, en el centro político, desde la izquierda centrada a la derecha centrada, donde se encuentra, amiguitos expertos de la mercadotecnia y demoscopia política varios, el grueso, enorme, de los votantes de un país.

Es prontísimo para asumir la defunción política de Cs. Y sería además una torpeza. La pregunta es: ¿tiene el país necesidad de ese espacio central, desde la socialdemocracia al liberalismo, si se quiere, socioliberalismo, que no se entregue ni copie de radicalismos extremos y de nacionalismos que otorguen una falsa estabilidad al país? Si la respuesta es sí, hay que construir para estar en el medio, donde está la gente, que no se ha movido. El nombre, la persona y la fórmula no son relevantes ahora. Lo importante es que lo derrumbado se puede reconstruir. Y se debe.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios