Crónicas Levantiscas

Juan Manuel Marqués Perales

jmmarques@diariodecadiz.com

El castigo

El remedio de la anterior crisis fue el castigo, su paradigma, una reforma de la Constitución que hoy provoca la risa

La crisis económica que venía detrás de la curva exponencial de la pandemia ya se ha desatado, corre a la sombra de ésta, pero a diferencia de la línea de contagios, la destrucción de rentas y riquezas, en definitiva, el empobrecimiento, no sigue un patrón matemático tan cierto como el intercambio del virus.

Pero algo aprendimos de la Gran Recesión, que fue una catástrofe para los países del sur de Europa y un daño añadido, un pellizco doloroso, para las regiones sureñas de ese sur. Andalucía perdió la convergencia del 80% de la renta media europea por ese motivo. Allá donde el empleo es el componente más determinante de las rentas es donde se hizo más daño.

El paquete de ayudas sociales que ha aprobado el Consejo de Ministros el pasado martes va en la dirección contraria a las políticas que se acometieron a partir de 2008, cuyo paradigma fue la reforma de la Constitución española para limitar el gasto público. Aquello nos legó este mandamiento de la estupidez: no se puede gastar lo que no se tiene, un lema que invalida la existencia del sector financiero.

Sé que la naturaleza económica de esta crisis es bien distinta, pero la anterior encontró un relato culpatorio como explicación: la culpa fue de las clases medias, de aquellos que habían vivido por encima de sus posibilidades, de las autonomías manirrotas, de las viejas cajas de ahorro; en definitiva, de todos aquellos comportamientos ajenos al puritanismo liberal de las brumas septentrionales.

Y nos castigaron. El deterioro de la sanidad pública está detrás de muchas de las deficiencias que vemos estos días.

El Gobierno del PP, que tuvo que instalarse en el campo de batalla desolador que le dejó Rodríguez Zapatero, se apuntó al remedio del cilicio. En Madrid y en Valencia, donde estaba la avanzadilla neoliberal de los populares, privatizaron con tanta rabia que debieron de dar marcha atrás. Al final, fue Mariano Rajoy quien se opuso a la intervención que ofrecía Bruselas porque hubiese supuesto una reducción de las pensiones del 25%. De ahí que el entonces ministro de Exteriores, José Manuel García Margallo, resumiese el castigo con aquello de que la Comisión "se había pasado tres pueblos".

El enfoque de esta crisis es distinto, pero tampoco nos debe hacer olvidar nuestra escasez endémica. El sistema fiscal español es insuficiente, se recauda poco y, antes que tarde, pero cuanto esto pase, los impuestos -todos- deberán subir.

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