¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La casa común de la derecha

El PP sufre nostalgia del paraíso perdido, aquel en que los hombres de derechas vivían juntos bajo la misma encina

Las elecciones andaluzas del 2-D desmontaron la vieja idea aznarista de la casa común de la derecha. Un único partido que agrupase a todas las sensibilidades de la diestra -desde los gais liberales hasta los frailes trabucaires- quizás era una ventaja en los años irrecuperables del bipartidismo, pero es totalmente inoperante en el muy fragmentado y cambiante panorama político poscrisis. Tras el meteorito de Lehman Brothers del 15 de septiembre de 2008, ser un pesado mastodonte ya no es una ventaja evolutiva; más vale ser ligero mamífero con capacidad de llegar a pequeños ecosistemas antes inalcanzables. El PP de Andalucía es una buena prueba de ello. Durante las décadas en que fue el único partido del centroderecha, el latifundio del patriarca Arenas, fue incapaz de alcanzar el poder, ni cuando en 2012 ganó en votos y escaños las autonómicas. La razón: no tenía ningún partido con el que pactar. A lo máximo que llegó en esta larga travesía fue a la famosa pinza, junto a IU, para restar el peso del PSOE en las instituciones, pero nada de acariciar las suaves sedas del poder. Sin embargo, Juanma Moreno, un político sin carisma ni peso específico en la organización, ha logrado lo que nadie se atrevía ya a soñar: el trono de San Telmo. La razón: la existencia de partidos a su derecha e izquierda (Vox y Cs, respectivamente) con los que poder pactar y llegar al Gobierno.

Sin embargo, Aznar, tal como se vio en la convención popular celebrada este fin de semana, vuelve a insistir en su idea de la casa común. Como Don Quijote, el PP sufre una evidente nostalgia del paraíso perdido, aquel en que los hombres de derechas vivían juntos bajo la misma encina, alimentándose de sus bellotas y protegiéndose bajo su sombra. Pero esa Edad Dorada se acabó y empeñarse en añorarla es un error. Aznar, el vigoréxico ex presidente, debería saber que, por el universal principio de la entropía, es imposible que un vaso que se ha hecho añicos en el suelo vuelva a reconstruirse de forma natural.

Después de la Gran Recesión (si es que podemos hablar en pasado) la izquierda y la derecha se han convertido en complicados puzzles y sólo los que sepan armarlos llegarán al poder. Como bien sabe Pedro Sánchez, Frankenstein, lejos ya de ser una aberración de la ciencia, se ha convertido en un ser altamente capacitado para la supervivencia. De la casa común de la derecha sólo quedan las ruinas -en gran parte gracias a los obuses de Aznar- y añorarla sólo conduce a la melancolía.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios