Todos tenemos mil versiones de nosotros. Ya saben, nuestra cara amable, la versión exitosa, la débil, la del miedo, la del fracaso, la más competitiva. Por acotar estas líneas hoy, les invito a pensar -si lo tienen a bien- en sólo dos de ellas. Aquella que le ofrecemos al resto del mundo y la que tenemos nosotros mismos de nosotros. Porque a veces pasa que, cuando escuchamos a otros hablar de nosotros, nos sorprende su percepción, porque cuando son otros los que nos definen, puede que nos reconozcamos o no, o incluso nos sintamos satisfechos o decepcionados por haber logrado proyectar aquello que, de una manera más o menos consciente, nos proponíamos, o por el contrario constatar que los demás nos ven justo de esa manera, en la versión que no queríamos ofrecer.

Nos exponemos, contamos lo que nos pasa, lo que sentimos o, simplemente hacemos, y ello en sí mismo es interpretable pero independientemente de la cara que demos hacia fuera, todos tenemos la cara B. Sabemos lo que vendemos y lo que queremos vender, también sabemos lo que somos, o en ello andamos. Nuestros miedos, nuestras miserias, nuestras inseguridades no siempre trascienden. Bien porque no nos lo permitamos, bien porque desde fuera, simplemente se nos ve de otra manera. Sin querer rozar ni de lejos lo del auto lamento, sí que se hace imprescindible para poder avanzar y autocorregirnos, un punto de reflexión, tomemos prestado lo del examen de conciencia y seamos honestos, no con el mundo, sino con nosotros mismos. Que no tenemos por qué ser un fiasco, en absoluto. Pero nosotros sí debemos saber lo que realmente hemos conseguido y cómo, sabemos cómo lo hacemos, cómo gestionamos hasta llegar aquí, más allá del éxito o el fracaso, de lo resolutivos, de lo dubitativos, de lo mediocres, o de lo brillantes que nos exhibimos de cara al mundo y el mundo nos ve.

Y será nosotros solos y en esos ratitos de silencio, necesarios para ponderar la mejor y la peor cara de nosotros mismos, cuando desde la autocrítica podamos determinar en qué funcionamos, en qué somos buenos y cómo evolucionar. Oportunidades para reinventarse, mil. Para fuera y para dentro y sin pretender sentenciar, también podríamos trabajarnos esa cara B, nuestra peor versión que siempre es la de casa, para hacer la vida más fácil a los nuestros, a nosotros mismos y no siempre entregarnos a la que le regalamos al mundo. Porque entre aquellas mil oportunidades, tenemos una por delante en estos días y empezar el curso con algunas tareas ya hechas.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios