Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Lo de la calle la Plata

Como vecina del centro me gustaría pasar por esa calle sin tener que hacer zig-zag para sortear las sillas

Como vecina del centro de Córdoba que soy, creo que tengo potestad para hacer una descripción de una de las calles que llevan hasta la plaza de las Tendillas con todo lujo de detalles. Una pequeña vía que en los últimos años se ha convertido en el punto de encuentro de numerosas personas, en su mayoría jóvenes, para tomarse unas cañas al mediodía, almorzar, seguir con las copas vespertinas y las de las primeras horas de la noche, ahora que hay toque de queda y toca recogerse antes. Punto de encuentro de amigos, de grupos de adolescentes que se visten con las mejores galas del fin de semana -o eso creen- y algún que otro turista -que también llegan, aunque eso de la movilidad esté restringida- se dan cita para ver y dejarse ver. El panorama cambia a medida que pasan las horas. Es decir, por la mañana gran parte de los clientes de las terrazas son trabajadores de oficinas cercanas, propietarios de algunas de las tiendas del centro con el objetivo de desayunar o grupos de estudiantes del instituto Luis de Góngora, que aprovechan el recreo o el cambio de clase para tomar un café rápido.

A medida que el sol va cogiendo posiciones en el cielo, la clientela va aumentando en edad, al igual que cambia el tipo de bebidas que se ingieren. Del café o zumo de naranja, pasamos al medio de vino o la cerveza. Y de la tostada con aceite y tomate, al aperitivo del mediodía. Podría seguir describiendo la escena hasta que llega la hora del cierre de los locales, pero por todos es sabido.

Y como vecina del centro que soy, pues digamos que me gustaría poder pasar por esa calle sin tener que hacer zig-zag entre las mesas, sillas y sombrillas que inundan esta estrecha calle o dar la vuelta para poder llegar a Las Tendillas. Intentar pasar un viernes o un sábado a mediodía o por la tarde resulta una aventura sanitaria y un riesgo en plena pandemia; es evidente, la distancia social es una quimera. Sí, un riesgo a tenor de la clientela que se amontona como buenamente puede, e intenta cumplir con la distancia social requerida.

El Ayuntamiento debería velar también por ello y reconocer que falla algo, que a más mesas, más público. La mesa de veladores tiene que reunirse de nuevo y concretar los aforos y el número de terrazas que se pueden instalar porque no es de recibo que cualquier vecino se tenga que dar la vuelta para poder ir a ningún otro sitio por una ocupación que roza el límite de lo permitido.

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