AYER le quedó a uno la sensación de haber asistido a cualquier cosa menos a una cabalgata de Reyes Magos de no ser por la lluvia de caramelos. El empeño del Ayuntamiento por mejorar este acto de ciudad, uno de los más multitudinarios del año, y cuyo objetivo es alimentar la ilusión de los más pequeños no se ha notado como debiera. ¿Dónde ha ido a parar el 35 por ciento de incremento en su presupuesto? Una cabalgata de Reyes es una cabalgata de Reyes y no una sucesión de niñas vestidas de anís La Asturiana ni de carrozas con papagayos, mariposas, dragones y peces que parecían montadas por la Concejalía del gran Curro Cobos. Menos mal que los jinetes y los enganches de Córdoba Ecuestre dieron algo de nivel, así como la pareja subida en el dragón -qué puñetas pinta un dragón en la víspera de la Epifanía- que se limitaban a saludar al público y no a tirar caramelos como posesos, como hicieron el San José y la Virgen del portal.
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