Los distintos episodios ocurridos desde que en septiembre el Parlamento de Cataluña -vulnerando normas de todo rango y pisoteando toda clase de derechos- aprobó la ley que activaba la celebración de un referéndum, el Partido Popular ha sido criticado hasta la extenuación, en algunas ocasiones con razón, mientras Ciudadanos, no sin algún mérito poco discutible, viene disfrutando de una bula mediática que está teniendo reflejo en las encuestas y puede llegar a tenerlo en las urnas.

El resultado en Cataluña es justo. C's supo canalizar el voto constitucionalista que se vio huérfano: la sensación de que el Estado había desaparecido y abandonado a su suerte a los catalanes no independentistas se extendía y el PP no supo o no quiso verlo. Pero que en Cataluña su planteamiento haya sido impecable hasta el día de hoy, no debe cegarnos. Ciudadanos carece de proyecto nacional, su único objetivo es desgastar de manera rápida e intensa al Partido Popular y a Rajoy y se caracteriza por un comportamiento a medio camino entre el infantilismo que le hace ser alérgico a tomar decisiones y a asumir responsabilidades y el adanismo de su líder que cree haber inventado él solo la democracia.

El debate sobre la prisión permanente revisable, en el que Ciudadanos se ha apuntado con socialistas y podemitas a su derogación inmediata, y la amenaza de no apoyar unos presupuestos pactados si no se produce la dimisión de una senadora murciana que, por ahora, simplemente ha sido llamada a declarar como investigada por el Tribunal Supremo constituyen ejemplos clamorosos de lo anterior: la recuperación de todo un país y la estabilidad del mismo a expensas del capricho de un líder político que busca fotografiarse como el superhéroe contra la corrupción, cuando la persona llamada a declarar todavía no ha tenido ni siquiera opción de defenderse.

Pero si en lo material eso es grave, en lo moral me parece peor su posición sobre la prisión perpetua revisable, de perfecto encaje constitucional, vigente en no pocos países de la UE y cuya legalidad ha amparado hasta el Tribunal Europeo de Derechos Humanos. Soy, como la mayoría de españoles, un absoluto convencido de la necesidad de mantener esa medida y creo que sólo la falta de sensibilidad de ciertos políticos y su academicismo izquierdista puede llevar a defender que tal cosa es de derechas. Mantener apartado de la sociedad a quien ha cometido delitos repugnantes, no colabora con las autoridades y no muestra signos de arrepentimiento no es de derechas ni de izquierdas y defender lo contrario es una irresponsabilidad, una más.

La pregunta es inevitable: ¿qué se vota cuando se vota Ciudadanos?

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