Lejos de revelar debilidad y de merecer sitio en el catálogo de nuestros males, la nostalgia, ese sentimiento que a veces nos invade, que nos hace recordar el ayer y desear volver a experimentar sus vivencias agradables, posee, según algunos psicólogos, extraordinarias y saludables virtudes. En concreto, Constantine Sedikides, profesor en la Universidad de Southampton, después de realizar una serie de experimentos en 2008, determinó que la nostalgia actúa como un recurso del que nos servimos para conectar con otras personas o situaciones, con lances pretéritos y felices que nos ayudan a avanzar con menos miedo y objetivos más claros.

Sedikides, inspirándose en la Teoría del Manejo del Terror (TMT), que plantea la necesidad primaria del ser humano de enfrentarse al inevitable hecho de la propia muerte, descubrió que los individuos más propensos a la nostalgia se veían mejor pertrechados frente a la soledad y menos afectados por pensamientos negativos sobre la mortalidad. Actúa aquélla, señala, como un almacén de referentes positivos al que uno puede acceder conscientemente en cualquier momento y extraer de él el sentido imprescindible para preservar la cordura y afrontar con cierta entereza el futuro.

Éstas, exactamente éstas, fueron las sensaciones que me llevé el pasado día 9, tras celebrar junto a mis compañeros los cuarenta años de haber terminado nuestra Licenciatura en Derecho en la Universidad de Sevilla. El reencontrarnos allí, evocando y reviviendo mil historias de juventud, nos mostró a todos el inmenso patrimonio del que ahora disfrutamos: con cuatro décadas más en las alforjas, seguimos aquí, aún llenos de esperanza, con el suficiente arsenal de ilusiones como para lidiar razonablemente lo que venga. Gracias al trabajo organizativo de nuestros dos santos laicos (Alfonso Carpintero y Pablo Gastalver), pudimos embriagarnos del exquisito licor de la nostalgia buena, rememorar lo que fuimos, darle su cabal importancia a lo que hicimos, hallar, en la arrolladora de entonces, fundamento y aliento para nuestra fuerza presente e inextinguida.

Más viejos pero también más sabios, quizá con un punto de esa tristeza dulce que el tiempo nos va dejando en el alma, la promoción del 78, aquélla que fue capaz de saltar entre dos universos políticos, firme, experimentada y poderosa, continúa en primera línea de batalla. Imparablemente juntos, todavía nada nos parece perdido, ya ajeno ni imposible.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios