La esquina

josé / aguilar

El buen cacique

HAY alguien en España que ha encontrado la respuesta a la endiablada pregunta que se repite desde hace años en todas las tribunas nacionales: ¿para qué sirven las diputaciones provinciales? Se llama José Luis Baltar, fue presidente de la de Orense durante dos décadas, y toda su vida política ha sido una contestación diáfana al interrogante: para caciquear una provincia y para dejársela en herencia a un hijo.

Hombre, sabíamos también aquí abajo que las diputaciones son un ámbito propicio para las prácticas caciquiles y que sus gestores las han utilizado con frecuencia como descansadero para compañeros de partido amortizados o en retirada y para alcaldes derrotados en las urnas. Pero sólo Baltar ha hecho del enchufismo un hábito generalizado y un mecanismo universal de control de una provincia y de un partido (el Partido Popular, en este caso), hasta el punto de resistir los deseos de cambio de Feijóo y Rajoy en persona.

El fiscal jefe de Orense acaba de presentar una querella contra el ex presidente de la Diputación y ex presidente del PP de allí, José Luis Baltar -el cacique bueno se hace llamar él mismo-, por haber colocado a 115 personas en enero de 2010, días antes del congreso provincial del partido en el que fue sustituido por su hijo, Manuel Baltar, que también heredó de su papá la corporación provincial. Ni que decir tiene que los 115 enchufados, militantes y familiares, lograron sus puestos de trabajo sin tener que competir con otros posibles aspirantes y sin sujeción a los conocidos principios de igualdad, mérito y capacidad a la hora de la selección de personal. Los elegidos -a dedo- no tenían más que apoyar al doble heredero, en la institución y en la organización política. Aunque quizás en menor cuantía y de modo más progresivo, Baltar padre ha venido enchufando gente, y cobrándole en sumisión, durante veinte años, convirtiéndose en el prototipo de cacique galaico-rural. Un largo ejercicio de dominio, populismo y presunta prevaricación, el de este maestro de escuela.

Cuando su oponente en el PP, respaldado por Feijóo y Rajoy, denunció que José Luis Baltar compraba los votos de los delegados, el susodicho reconoció ante los periodistas: "En este caso actúo como padre. ¿Qué puede hacer un padre?". Bueno, como padre y como abuelo, porque ya en aquel enero de 2010 llegó a postular a su nieta, entonces adolescente, como continuadora de la dinastía. El hombre es previsor, trabaja con la vista puesta en el largo plazo. Virgen santa, ¿esto es Galicia o Corea del Norte?

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